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Casa de Formación, Guatemala

“ACOGIENDO LA VIDA

DESDE LO COTIDIANO”

Después de ocho años vividos fuera de Guatemala e incluso fuera de Latinoamérica, me he dado cuenta que la vivencia en lugares desconocidos y con personas diferentes, de otra cultura, de otra religión, tenemos “un mismo corazón y una meta común”, desde esa experiencia significativa, he aprendido otros valores para inculturarme en otras culturas, pueblos… y ahora, nos ubicamos en el tiempo del 2014, donde he tenido la ocasión de vivir mi ser misionera en mi tierra natal que es Guatemala.

Este año tuve la oportunidad de vivir la Semana Santa en una de las comunidades pequeñas, llamada Nueva Independencia, que acompañan las MMB en la parroquia de Colomba, Quetzaltenango. Para vivir esta experiencia tuve un antes, un durante y un después.

Antes de salir hacia Colomba había estado preparándome en el tema de “las distintas culturas juveniles” y tenía deseos de compartir la vida de manera especial con las/os jóvenes de esa zona. Quería observarles, convivir, escucharles, con el propósito de descubrir cómo viven la experiencia de Dios en la vida cotidiana. Sin embargo, la realidad del caserío era diferente porque en la comunidad solo había dos jóvenes, ya la mayoría eran personas adultas.

Durante mi estancia en aquella comunidad, me ayudó el deseo de “ser-estar-meterme” en la vida de las personas que nos abrieron su casa. Sí, quería vivir la experiencia compartiendo la vida con las personas y lo hice desde el hacer tortillas (hace varios años que no hacia tortillas!!!), barrer y ayudar en otros quehaceres de la casa; también fui al pequeño terreno de la familia para ver la cosecha de maíz, frijol, chile, etc. Por las tardes, teníamos nuestras celebraciones comunitarias, también algunas noches jugábamos lotería con las niñas y los niños.

Una de las tradiciones típicas en nuestros pueblos guatemaltecos durante la Semana Santa es que no falta el pan dulce pero el año pasado no hubo buena cosecha de café, por tanto, en varias familias no tuvieron panes, garbanzos dulces, pepián (o mole como le llaman en las aldeas).

 

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¿Qué significa esto? Que la gente campesina este año está más afectada, pues lamentablemente la cosecha de café estuvo muy mal el año pasado y como decían ellas y ellos: “este año, la vida está más dura, más difícil no tenemos pisto (dinero) para comer”… ¡Dios mío! ¡Qué impacto!

Otro aspecto que me sorprendió muchísimo fue el movimiento migratorio que existe para el “otro lado”, no hay familia que no tenga algún familiar que viva en Estados Unidos. Esto nos muestra que la situación económica cada día esta empeorando y los jóvenes (varones) cada vez más se integran a las maras (pandillas juveniles) porque no cuentan con espacios recreativos y no hay trabajo…

“Desde los contextos empobrecidos de las personas excluidas y marginadas, se teje

y construye otra historia,

otras formas de comunicación, otras relaciones,

otras maneras de convivir,

otras formas de educación, otra sociedad por nacer: una Tierra diferente.

Es en el grito de las personas pobres,

donde encontramos al Dios de la vida

y de la esperanza”…

(Tomado de www.dominicas, “Inculturación”)

En ese grito descubrí que existen personas muy comprometidas y siempre piensan en la “otra y el otro”. Constato que en nuestros ambientes sencillos predomina la hospitalidad, el respeto, la sabiduría de las personas mayores y el lugar que tienen en la comunidad (sabiduría que acompaña y guía la vida), el silencio, la acogida, la gratuidad, la capacidad de contemplar y se comparte la vida desde lo que la tierra produce, aun cuando les falte.

Al finalizar la experiencia de Semana Santa tocaba decir adiós y regresar al ambiente capitalino.

Me siento profundamente agradecida por “tocar-olfatear-ver-sentir-vivir” un poquito de lo que nuestra gente campesina colombina experimenta en el día a día.

Con el talante misionero MMB, no cabe duda, mi opción por la espiritualidad desde la JPIC es cada vez más importante. Nosotras vivimos en medio de una cultura que tiene sus propios lenguajes, sus símbolos, su manera de interpretar al ser humano y al cosmos, es ahí, donde me siento invitada a caminar y descubrir a un Dios que respeta-acoge la “Vida” y se expresa en nuestra cultura guatemalteca con su propio lenguaje y color.

Chela Pérez, MMB