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Casa de Acogida, México, D.F.
“ANHELAR Y LUCHAR POR OTRAS POSIBILIDADES DE VIDA” |
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Durante mi año sabático en nuestra comunidad de Liberty, Missouri, en Estados Unidos, pude conocer a muchas personas que han tenido que emigrar a ese país, tratando de buscar una oportunidad de trabajo que les ayude a mejorar las condiciones de vida de su familia.Tuve la oportunidad de convivir con personas de aproximadamente 30 nacionalidades diferentes (aunque la inmensa mayoría eran de México y Centroamérica), lo cual no me cansaré de agradecer, ya que me ayudaron a profundizar en el “Misterio del Género Humano”. Un gran mosaico de colores, expresiones, valores, culturas, religiones pero al fin y al cabo, el mismo Género Humano con las mismas dificultades en las relaciones, la comunicación, el trabajo, etc. y desde el cuál pude experimentar la presencia de Dios como “Uno y Sagrado”, encarnado en cada ser humano que tuve la dicha de conocer.
En los encuentros y convivencia, sobre todo con mujeres, pude constatar que seguimos siendo el género más oprimido entre los oprimidos de todo el mundo. Por esa misma condición, por estar situadas en la base de la red de relaciones sociales, aguantando el peso de las contradicciones, son ellas las que más razones y mejores condiciones tienen para anhelar y luchar por otras posibilidades de vida para sí mismas y sobre todo, por y para sus hijas e hijos. Escuché muchas historias, tanto de mujeres como de hombres pero hoy quiero compartir dos, la de una mujer joven guatemalteca y la de una mujer de Camboya, que son prototipo de muchas otras historias. Blanca (el nombre es ficticio), guatemalteca de 39 años, no aprendió a leer y a escribir y se juntó a los 14 años con un hombre de 30. Tuvo 2 hijos y una hija, pero además, adoptó a una niña. Tuvo que separarse a los 11 años por el maltrato que recibía de su pareja. Se salió de su casa y estuvo trabajando en varios restaurantes y un hotel pero sus sueños y aspiraciones eran que sus hijas e hijos tuvieran una vida mejor que la de ella. En una ocasión llegó de visita una prima que tenía muchos años en Estados Unidos y ya estaba establecida. La convenció de las bondades de la vida en USA y le prestó el dinero para que pudiera realizar el viaje. Atravesó México, pasó por Reynosa y al “otro lado” de la frontera la esperaba una hombre que llevó a varias personas a su destino. Después de una semana de recorrido por varios estados americanos, llegó a su destino muerta de miedo, fue la última en ser entregada. Blanca tuvo que tener dos y tres trabajos al principio a base de “Red Bull” para poder solventar la deuda y buscarse un lugar donde vivir. Muy pronto tuvo que aprender a conducir, comprarse un carro, conseguir un número de seguro social falso (como todas/os) y subirse a las autopistas (sin saber leer ni hablar inglés) para trasladarse a sus diferentes trabajos. Pronto supo lo que era la discriminación racial y la explotación laboral por su condición de mujer migrante. Después de mucho sufrimiento y muchos aprendizajes, pudo conseguir su residencia gracias a la Amnistía y enviar el dinero para que sus hijas/os viajaran a USA después de 9 años. A los 15 días de haber llegado, sus hijas/os estaban inscritas/os en la escuela. En enero a su hija le ofrecieron una beca para entrar a pertenecer al ejército y poder estudiar en la Universidad. Blanca ha sido una persona muy ordenada y con mucha claridad de por qué y para qué está allá. Dice que ahora no se atrevería a hacer el viaje que la llevó a Estados Unidos y que solo por su juventud e ignorancia de lo que suponía, fue que lo logró, ya que poca gente cuenta lo que de verdad sucede en todo el proceso. |
Conocí a Saleuk, mujer alegre, sonriente, y a su hija Sofya (siempre triste y muy seria) nacidas en Camboya, Saleuk tuvo a su primer hijo con hemofilia. A los tres años nació Sofya y a los tres siguientes, su hijo Yada, también con hemofilia. Cuando Yada tenía tres años, le amputaron una pierna y a los seis, la otra. En Camboya no había forma de poderlos atender, tenían que sacarlos a Vietnam, pero su condición económica no se los permitía. Saleuk y su esposo decidieron que fuera ella la que emigrara a Estados Unidos, con la esperanza de encontrar una solución al problema. Su esposo se quedó a cargo de su hija e hijos y le enseñaba a Yada a leer y escribir, pues no podía ir a la escuela.
A los seis años de estar Saleuk en Estados Unidos, su hijo mayor murió a causa de la hemofilia. Su esposo la convenció para que no regresara ya que su condición migratoria no se lo permitía y podía perder la oportunidad de lograr el objetivo. A los dos años, su esposo murió en un accidente junto con una hermana. Esta vez su madre fue quien le pidió que persistiera en su objetivo y mientras, ella se encargaría de Sofya y Yada. Por fin Saleuk pudo conseguir su residencia y viajar para llevarse a su hija e hijo con ella. Al mes de llegar a Estados Unidos, Yada enfermó de gravedad y gracias a un hospital para niñas/os, le salvaron la vida y no solo eso, también le ayudaron para ponerle prótesis en ambas piernas y en su rehabilitación. Empezó a ir a la escuela, sacó la revalidación de su secundaria y bachillerato y pudo acceder a la Universidad a estudiar Biología. Es un chico muy inteligente, alegre y con muchos deseos de continuar estudiando una especialidad. Siempre me pregunté de dónde sacaba Saleuk su alegría y fortaleza, a pesar de tanto sufrimiento y tantas pérdidas. Ella dice haber encontrado la fortaleza necesaria en la Iglesia Cristiana a la que pertenece. Sueña con aprender a hablar bien inglés para poder escribir su historia, ya que entre episodio y episodio, tuvo que vivir la soledad, incertidumbre, marginación y muchas cosas más, que solo ella sabe y guarda en su corazón. Historias hay tantas como lecciones de vida. Muchas no tienen retorno, ni final feliz pero siempre nos queda la posibilidad de intentar seguir trabajando para que éste mundo pueda ser más equitativo y justo para que nadie tenga que emigrar. Ana Lourdes Valenzuela, MMB |