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Casa de Acogida, México, D.F.

“COMPARTIENDO UNA
-VIEJA- EXPERIENCIA”

Era 1989, cuando Gloria Borobio, MMB y yo llegamos a fundar la comunidad de Cotió, en Guatemala.

Mi tarea o destino era para trabajar en la Pastoral Juvenil Vocacional. Siempre había estado realizando trabajo de otros tipos y sólo con adultos, pero nunca con jóvenes cosa que sentía no se me daba y en esos momentos era para mí un reto gigante, algo que no me era nada fácil, sin embargo, pensé que debía hacer todo lo posible y ponerlo en manos de Dios y que Él actuara en medio de las limitaciones que yo sentía, así que inicié la tarea con “temor y temblor”. Después de muchos años constaté que realmente “ÉL actúa”, es quien dirige todo, que se siembra la semilla pero que quien le da crecimiento en el corazón de cada joven es Dios… ¿Por qué digo eso?

Al iniciar esta pastoral dirigí “mis pasos” a varios campos de acción, entre ellos a mi Parroquia San José del Buen Consejo. Ahí me encontré con las y los jóvenes, fuimos intentando caminar, al menos de mi parte e ir dando los primeros pasos en esta tarea.

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¡Era 1990! Se fue consolidando el grupo, teníamos nuestras reuniones, reflexiones, oración e íbamos caminando. Tiempo después fui destinada a Colomba en Quetzaltenango, una misión rural también en Guatemala.

Los años pasaron, yo durante todos esos años había andado a veces lejos de esta bendita tierra guatemalteca, por México, Italia, etc. hasta que hace como unos 5 o 6 años, por azares de la vida hubo contacto con uno de aquellos jóvenes y luego tuve la gigante alegría de reencontrarme con algunos de ellos.

Compartimos en una primera cena lo qué había sido de nuestras vidas después de tantos años en que nos perdimos de vista y así cada una/o fue desgranando su vivencia… ¡Cuánto gocé con su compartir! Viendo que son unos mujeres y hombres de bien, trabajadores, con hogares consolidados. ¡Todo un regalo de Dios para mí ese encuentro y, cuánto agradecí a Dios todo lo bueno que me dejaron! Me impactaba y me sigue impactando que, al día de hoy, se acuerden de reflexiones de aquel tiempo, de frases que se ve, hicieron mella en su vida, porque a aquella pequeñita semilla sembrada, el Dios de la vida la ha hecho germinar y dar fruto. Me reconfirma que es Él quien actúa… este es mi aprendizaje: confianza y abandono… “Hacer todo como si todo dependiera de ti sabiendo que todo depende de Dios”.

Anteayer tuvimos nuevamente la posibilidad de encontrarnos y cada ocasión es para mí un gran gozo, poder convivir y compartir sobre nuestras vidas. Pero, quiero dejarles la palabra a ellas/os expresando algo de lo que les dejó aquel grupo:

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Después de oír todo lo que ellas y ellos han expresado y lo que hemos ido recogiendo en los diversos encuentros no cabe duda de que Dios estuvo presente en aquel grupo, que ÉL actuó y nos ha ido acompañando, hasta hoy, a cada quien, desde nuestras propias vidas, que ÉL es un Dios Padre-Madre presente en la historia, cercano, misericordioso y lleno de amor.

Rebeca Cervantes Martín, MMB
Coordinadora del Área de México-Centroamérica

“A mis 48 años, comparto que, en los años de la adolescencia y juventud, el pertenecer a los Grupos Juveniles, me permitió aceptar la realidad de un cáncer incurable de mi mamá, que la consumió en un par de años, donde hubo mucha impotencia y finalmente el momento de la separación, que fue un aceptar que Dios es grande, que nos apoyo en esos momentos, ya que le permitió reconciliar su vida. Fue el momento que más cerca sentí a Jesús. A pesar de no tener un hogar completo, fue compensado por mi participación en las actividades del Grupo Juvenil, que cimentó mi fe y mi forma de ser, mi lucha constante, por seguir a Jesús, sabiendo que soy pecador y que no puedo dejar de trabajar por acercarme a Él. El apoyo que recibimos del Padre Osmin y de la hermana Rebeca, nos ayudó a trabajar esos años como jóvenes por los/as jóvenes. Hay mucho que agradecer, Dios los bendiga”

Luis Call

“En el grupo juvenil recibimos una valiosa base espiritual que se fue fortaleciendo día con día. Ayudándonos en nuestra juventud para mantenernos firmes en los caminos del Señor y que ha sido de gran bendición para nuestra familia. Sor Rebeca gracias por ser el vivo ejemplo de la palabra y amor de Dios y un testimonio de vida digno de seguir. La queremos mucho y la extrañamos en Guatemala”. (De aquel grupo juvenil salió ésta feliz pareja)

Edy y Glenda

“Es difícil empezar a escribir que fue el Grupo de Semilla de Juventud en mi vida. Son tantos y tantos recuerdos gratos y llenos de esperanza que me es complicado describirlo, no encuentro las palabras que puedan expresar con certeza todo lo que ha significado, pero lo intentaré. Junto con la llegada de la adolescencia y la juventud, llego el llamado amoroso de Jesús quien con lazos de amor y ternura nos reunió a cada una/o de quienes conformamos este hermoso grupo de jóvenes “Semilla de Juventud”.

Pero no lo hicimos solas/os, el plan perfecto de Dios era enviarnos a dos siervos fieles y llenos del compromiso de servir, el Hermano Osmin y Sor Rebeca a quienes les tenemos mucho cariño, admiración y respeto, ellos fueron los pilares que nos sostuvieron y nos enseñaron el valor de la unidad, la solidaridad y la empatía con el más necesitado, el orar sin reservas y con la confianza plena en que éramos escuchadas/os, con su entusiasmo nos impregnaron del dinamismo y la fuerza del amor y la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Fue un tiempo hermoso, indescriptible, único… Después de tantos años sigo unida a mi mejor amigo Jesús, él me ha llevado a lugares inimaginables y lo que aprendí en el grupo, me ha motivado a seguir amándolo, cantándole, buscándolo, aprendiendo en Él y confiando en que sus planes son de bendición para mi vida. El camino no ha sido fácil, pero creo en sus promesas”.

Disnarda de León

“ ¿Qué significó para mí estar en el grupo? Tenía menos de 20 años cuando ingresé al grupo. Como cualquier joven de esa edad, tenía muchas ganas de entender el mundo, de vivir a Cristo, pero muy poca experiencia. Estar en el grupo, significó adentrarme más en la experiencia cristiana, en cuestionarme a mí mismo, sobre quién era. Significó empezar a vivir la fe, adentrarme en mi vocación. Inclusive, pensar en el camino del sacerdocio. No me hice sacerdote, pero vivo hoy sobre las bases, sobre los cimientos que fueron fundados en aquel entonces, y que continúan siendo parte de mí”.

Jorge García Gaitán