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“DIOS EN EL ROSTRO DE LAS DEMÁS PERSONAS”

La experiencia de misiones va mucho más allá que sólo los nueve días que te encuentras con tu comunidad, la experiencia comienza desde la preparación, desde conocer a tu grupo, la misa de envío, simplemente abarca muchos momentos importantes y trascendentes para la Semana Mayor.

El llegar a la comunidad de San José de los Villaseñor fue algo muy emocionante, fue el primer año que se abrió este lugar por lo tanto era algo totalmente nuevo y desconocido para todas. Ir en la camioneta y ver toda la vegetación que me rodearía esa semana ya me hacía muy feliz, ver las calles entre cerros repletos de órganos (cactus muy grandes), los árboles, las buganvilias…

Desde el momento en que mi grupo y yo llegamos nos recibieron de la mejor manera; los niños ya estaban detrás de nosotras, las personas presentándose y sintiéndose emocionadas por lo que íbamos a hacer esa semana juntos, por lo que íbamos a formar.

Cada momento es hermoso, escuchar los gritos de los niños o que están tocando a las 9:15 de la mañana la puerta porque nos quedamos de ver 9:30, los abrazos y agradecimientos de las señoras, las comidas tan deliciosas que cada mamá preparó con todo su cariño, las pláticas, las sobremesas llenas de carcajadas y buenas historias, el cielo estrellado de la noche, la luna llena el sábado santo, los gallos despertándonos a las 7 de la mañana, Yahír diciéndome que quería regresar el tiempo para volver a jugar rally, el convivio con los niños en la presa; cada momento me marcó en mi corazón y será inolvidable para mí.

Creo que lo que más hace especial y bonita la experiencia de misiones es esa conexión tan profunda que creas con Dios, Jesús. El realmente sentir que está al lado tuyo, viéndote, abrazándote, consolándote; es una conexión que es difícil expresar con palabras, es profunda, es real, es inexplicable, es algo que solamente se siente en misiones de una manera única.

El ver el rostro de Dios en las demás personas es algo hermoso y característico de la misión, verlo en una sonrisa, en una mirada, en un gesto; y eso es algo por lo que los misioneros vamos: ver a Dios en el rostro de las demás personas.

Puede que suene difícil pero es algo que sucede espontáneamente y que lo sientes en tu cuerpo, no sé cómo pasa pero simplemente sucede y lo sientes, lo sabes.

Me quedo con muchísimos aprendizajes de esta semana, más de los que yo iba a dejar a las personas de San José, a valorar cada cosa y persona que tengo en mi vida, a valorar la vida, la salud, mi familia, mi educación y a vivir cada momento con máxima alegría y ganas, como si fuera mi último día con vida.

Gracias misiones por tantos momentos y experiencias inolvidables, gracias San José por tanto amor y acogida, gracias grupo por tanta confianza y amistad y finalmente gracias Dios por esta oportunidad.

María González Cisneros

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