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Colomba, Guatemala

“DIOS SOLO PUEDE DAR AMOR”

Ha pasado más de un mes que regresé de Taizé, una comunidad ubicada en la región de Borgoña, Francia. Tuve la oportunidad de representar a la Pastoral Juvenil de mi país en dicha comunidad.

Taizé es una comunidad ecuménica fundada por el hermano Roger en 1940, una de las principales preocupaciones del hermano Roger era la reconciliación entre los cristianos. Taizé reúne hoy en día a miles de jóvenes que buscan vivir una experiencia diferente.

Fui participante de Taizé por 3 meses, fue difícil aceptar esta oportunidad que se me presentaba ya que eso significaba dejarlo absolutamente ¡todo! para aventurarme a algo que era desconocido para mí., pero a pesar de mis dudas y de mis miedos (los cuales eran muchos), decidí vivir la experiencia.

Llegué a Taizé la madrugada del 27 de junio y en ese momento da inicio una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida.

Uno de mis principales retos fue el idioma, ya que no entiendo, ni hablo inglés. Hubieron momentos en los que eso pesaba demasiado pero no dejé que eso me desmotivara, la mayoría de veces había alguien que me ayudaba con las traducciones, otras aprendía al observar como hacían las cosas las demás personas, especialmente cuando se trataba de los trabajos de la semana.

San Juan Pablo II describió a Taizé como una fuente donde llegas cansada/o, sedienta/o bebes de esa agua, retomas fuerza y sigues tu camino, creo que no pudo encontrar mejores palabras para describir este lugar porque de hecho es así, muchas veces necesitas darte un respiro, descansar para tomar fuerzas y continuar tu camino.

Algo de lo que más disfruté fueron sus 3 oraciones al día, el rezar en comunidad sin importar tu credo es lo principal en Taizé, ese sonar de las campanas que te indicaban que tenías que encaminarte a la iglesia de la reconciliación, esos cantos con frases sencillas que se repiten una y otra vez, el silencio en cada oración, ese silencio que te invitaba a contemplar, meditar o simplemente vivirlo y disfrutarlo. Luego de la oración de la noche algunos hermanos se colocan en espacios determinados dentro de la iglesia para que quienes quieran acercarse y charlar con ellos lo puedan hacer, esto lo hacen ya que muchas/os jóvenes a veces, lo único que necesitan es ser escuchadas/os, es un gesto muy bonito ya que hasta el hermano Alois quien es el prior de Taizé se ubica en algún punto para escuchar y compartir con las y los jóvenes.

Por otra parte están los trabajos que realizas durante la semana, uno en la mañana y otro por la tarde. A través de ellos vas aportando tu granito de arena para que las cosas funcionen en la comunidad, unas veces te toca colaborar en la cocina, lavando los trates, distribuyendo la comida, apoyando en la iglesia, en la exposición, entre otros.

Vivir 3 meses con personas de distintos países, distintos continentes tampoco es fácil, al inicio te cuesta ya que las culturas son tan diferentes pero luego llegas a disfrutar tanto esas diferencias que, poco a poco te das cuenta que no somos tan diferentes, al contrario. Amé vivir en comunidad con otras chicas y chicos, creo que esa convivencia es la que me ha hecho crecer y madurar más, hice buenos amigos y amigas, personas que ahora considero como parte de mi familia, esto es algo que valoro demasiado.
En Taizé se vive una Pascua perpetua por llamarlo de algún modo, los viernes teníamos la veneración de la cruz, los sábados la oración de la luz y los domingos la Eucaristía y los domingos por la tarde se reza en silencio pidiendo por la paz del mundo. Es lindo también el hecho de que la iglesia nunca se cierra, hay jóvenes que extienden las oraciones hasta la madrugada, vas a la hora que quieras y la iglesia siempre permanece abierta.

Durante mi estadía me asignaron una hermana de contacto con la cual me reunía una vez a la semana para platicarle cómo me sentía, hermana Angelina que pertenece a la congregación de las hermanas de San Andrés. Una mujer que me inspiró tanta confianza, ternura y una profunda admiración, esa mujer que se convirtió en uno de mis pilares más importantes en el tiempo que estuve en Taizé.

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También estaban las hermanas de la congregación de San Vicente de Paul, ellas eran las encargadas de la enfermería, era increíble cómo se desgastaban por atendernos, por estar al pendiente de todo lo que nos pasaba, eran como unas madres para nosotras y nosotros.

Fueron tantas experiencias vividas y aprendidas que no terminaría de escribir nunca, quizá algunos no me entiendan, pero Taizé me cambió la vida, vivir en la simplicidad es algo maravilloso, estar rodeada de paisajes maravillosos, creo que por eso varias personas llamamos a Taizé nuestro “Pedacito de Cielo”.

Tuvimos la oportunidad de mostrar cómo es América Latina a través de talleres que se preparaban para el resto de participante y las personas que iban por una semana. Como continente nos correspondió participar en tres ocasiones y como país de Guatemala participamos en dos de las tres veces ya que al ser muchos países latinos tocaba dividirnos. Fue lindo dar a conocer nuestra cultura, nuestras luchas, nuestros sueños a las y los demás.

Durante mi estadía también tuve la oportunidad de tener una semana de silencio la cual disfruté tanto, confirmé algunas cosas, surgieron muchas preguntas, fue un regalo tan grande… Caminé mucho, contemplé mucho, en conclusión recibí mucho.

Pero el tiempo pasó demasiado rápido, el regreso era inevitable, recuerdo que quería que los días pasaran cada vez más lento pero era todo lo contrario. Una madrugada decidí caminar sola por la comunidad, llegué a un lugar que era muy especial para mí, quería quedarme más tiempo, unas palabras hicieron eco en mí… “Se siente tan bien acá”. Recordé la escena de la transfiguración de Jesús cuando sus discípulos le dicen que hicieran tres chozas y que se queden ahí. No tengo idea de porque se me vino este texto a la mente pero era así como me sentía, luego comprendí que era necesario bajar de la colina, regresar a mi realidad, mi tiempo había concluido y lloré, lloré mucho. Fue a partir de ese momento que comencé a desprenderme poco a poco del lugar, de mis amigos y amigas.

Parte de mi corazón se quedó en Taizé, otras más se quedaron con mi familia latina, asiática, africana, europea. Es lindo tener familia por todo el mundo, tener recuerdos en común, el darte cuenta que el idioma más importante es el idioma de Dios, el idioma del amor. En el fondo de mi corazón deseo coincidir nuevamente con estas personas que me dieron tanto, pero si la vida no me lo permite me quedo con cada risa, cada abrazo, las charlas por las madrugadas, las veces que cantábamos juntas/os, las veces que íbamos por un helado, las veces que lloramos, rezamos, con cada locura vivida. Porque de eso se trata la vida, de disfrutar de esos pequeños detalles al máximo.

Confirmo lo que decía el hermano Roger: “Dios solo puede dar amor”, porque si algo recibí fue mucho pero mucho amor, el amor que descubrí no solo en las personas sino en el ambiente que se respiraba en el lugar, en todo lo que me rodeaba se reflejaba el amor tan grande de Dios.

“Felices los que se abandonan en ti, oh Dios, en la confianza de corazón. Tú nos guardas en la alegría, la simplicidad, la misericordia” (hermano Roger).

Marleny Yoc
Integrante de Jummer Colomba

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