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Casa de Formación, Guatemala

“EN PEREGRINACIÓN AL
CHUK`OLOK`IK”

En días pasados tuve la suerte de regresar con más detenimiento al Quiché profundo, después de 25 años. Una comunidad religiosa de 18 hermanas, 11 de las cuales son indígenas, me invitó a que le acompañara los Ejercicios Espirituales anuales, para lo cual reservaron hospedaje en la “Asociación Centro de Paz Bárbara Ford” a unos kilómetros de Santa Cruz del Quiché.

Este Centro tiene una serie de programas muy integrales y encaminados hacia la Cultura de Paz, pues promueve el desarrollo humano en lo social, espiritual, cultural, político y jurídico, a individuos, familias y comunidades, con énfasis en la población indígena u otras muy necesitadas, empoderándolas para su propia transformación y que sean agentes de cambio para vivir una vida más justa y digna en armonía con otras/os y con el cosmos.

En cuanto a las instalaciones, estupendamente funcionales, eficientes pero además, con un toque de arquitectura artística envuelta en una vegetación exuberante de pinos, flores variadísimas, pájaros carpinteros, laberinto y una atención de todo su personal con finísima delicadeza, ya que tienen entre sus valores el respeto, la compasión, la dignidad, la excelencia, la tolerancia, la solidaridad y la colaboración.

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Caminando cerca de media hora por la montaña, hasta llegar a bordear por largo rato el río, llegamos en peregrinación hacia un monumental “Altar Maya” natural. Nos acercamos con gran respeto al lugar sagrado de nuestros/as ancestras, algunas de las indígenas del grupo, las que podían, se arrodillaron, besaron la tierra, hicieron una oración en q’eqchi’ y luego en castellano; nos sentimos penetradas y compenetradas del equilibrio emocional espiritual-espiritual que proporciona la Madre, amiga, abuela, hermana y compañera tierra.

Fue tan impresionante la experiencia de trascendencia, de energía compartida y vigorizadora que al regresar y retomar la caminata en pura pendiente de subida, nos sentimos sostenidas y apoyadas unas por otras, al grado de no sentir el más mínimo cansancio, ni fatiga.

¡Gracias por esa experiencia compartida de la Ruah tan reconfortante en tiempos tan desoladores y violentos como los que estamos viviendo!.

Beatriz Eugenia Becerra Vega, MMB