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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México

“LLEGAR AL LUGAR CORRECTO”

El 11 de noviembre cumplí tres meses siendo chiapaneca y, es una de las mejores decisiones que he tomado. Sería bueno comenzar diciendo que ningún voluntariado es igual, llegue con expectativas, con ideales de las voluntarias pasadas y la verdad he vivido cosas distintas.

El segundo día aquí conocí a mi familia, las personas con las que vivo en la comunidad, no sé cómo explicar lo que ahora ellas/os son para mí.

De pronto Chiapas me dio una hermana con la que llegue, unas madres con quien hablar, un padre que nos cuenta cómo repara las esculturas del templo, otro papá y otra mamá, que te hablan de su infancia, y te presentan al resto de la familia, una hermanita súper traviesa que me recuerda lo bueno de ser niña, unos tíos que caminan desde la comunidad de al lado para compartir anécdotas, una vecina que te invita a comer todos los días elote porque está orgullosa de su primera cosecha, niñas y niños llenos de energía con quienes trabajas todos los días de la semana, que te recuerdan como reír y como disfrutar de las cosas pequeñas.

A veces llega la nostalgia de la familia y las amistades, te sientes lejos, pero entonces, tus niñas y niños llegan por la ventana de tu cuarto y te dan cartas, te cantan y bailan contigo, te piden abrazos y te dicen que te quieren mirándote a los ojos y entonces, entiendes por qué estás, y que en ningún otro lugar estarás mejor en este momento porque estás en casa.

En la comunidad San Isidro es difícil no enamorarte de la tranquilidad, de las personas, de las familias, de los atardeceres vistos desde el patio, del montón de mascotas que todos tienen, de los mil clavados diarios para entrar a la poza a bañarte, de las paletas de piña que hace la señora de la tienda, de los peces nadando al lado tuyo, de las clases con las niñas y los niños, de la emoción de las mamás cuando los jóvenes tienen partidos de básquet, de la mirada de tu papá al hablarte de la caña, las fases de la luna, el amor a su familia, de la abuela que te cuenta lo orgullosa que está de su nietada, de tu compañera que te ayudará a ser una mejor persona cada día, y esa comida que no te gustaba ahora va a encantarte, y vas a valorar y apreciar todo, el amor que te dan y lo familiar que te sientes.

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Tres meses suenan fáciles y rápidos, admito que ahora que me pongo a pensar sí se me pasaron rápido pero fácilmente no. Es un boom de emociones diarias, manejas frustración, impotencia, amor, alegría, y abandono a veces.

Hace tres meses Dios me ayudó a llegar al lugar correcto en el tiempo perfecto para mí, me dio miedo y coraje, amor y seguridad y me acompaña en esta experiencia, me enseña por medio de las personas todo un mundo dentro de mi país, me llena de realidades y también me da la oportunidad de asombrarme de la naturaleza, de la religión y la unión de un pueblo.

Mi voluntariado no ha sido nada parecido al de mis compañeras pasadas, pero es tan único como el de ellas, extraño cada día mi casa y cuando vuelva extrañare cada día el no estar aquí.

María Jesús Quezada
Voluntaria

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