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Colomba, Guatemala

“MÁRTIR EN GUATEMALA”

Stanley Francis Rother es un sacerdote que nació en 1935 en un pequeño pueblo de Oklahoma en el seno de una familia de granjeros de origen alemán y profundamente católica. Creció trabajando en la granja y con mucho contacto con la parroquia lo que alimentó su vocación al sacerdocio.

El 23 de septiembre del 2017, unas 20 mil personas se congregaban en Oklahoma City para celebrar un momento histórico de la Iglesia Católica en Estados Unidos. Se beatificaba al padre Stanley Francis Rother, conocido como padre Francisco, asesinado a golpes por un escuadrón de la muerte en Guatemala mientras protegía en su misión católica a las personas indígenas.

Es el primer estadounidense en ser declarado mártir por la Iglesia Católica y su fiesta ha sido fijada el día de su muerte, 28 de julio de 1981.

En una carta que se leyó en la ceremonia, el Papa Francisco destacaba su “fe profundamente arraigada”, su “profunda unión con Dios” y su “arduo trabajo para difundir la palabra de Dios en tierras misioneras, viviendo fielmente su servicio sacerdotal y misionero hasta su martirio”. En la homilía, el cardenal Amato definió al nuevo beato como un discípulo de Cristo “haciendo el bien y difundiendo la paz y la reconciliación entre el pueblo”.

El entonces papa Juan XXIII hizo un llamamiento a la Iglesia en Estados Unidos para que enviara misioneros a América central. En respuesta a esta llamada la diócesis de Oklahoma impulsó una misión en Santiago Atitlán, una comunidad indígena muy pobre de Guatemala. Y ahí pidió voluntariamente ir Stanley. Estuvo 13 años hasta que finalmente su sangre regó la tierra a la que decidió servir.

‘Bautizado’ como padre Francisco. Su llegada a esta zona de Guatemala fue un acontecimiento pues llegaba un hombre alto, con pelo y barba pelirroja. Pronto fue ‘bautizado’ por las personas indias como “padre Francisco” pues no encontraban equivalente en español a su nombre Stanley.

El nuevo beato también arreglaba camiones, construyó un granero, una escuela, un hospital así como la primera estación de radio católica, cuya señal podía llegar a los pueblos más remotos. Una misión pastoral interminable. Durante su apostolado aprendió español y las lenguas mayas y de hecho, tradujo el Nuevo Testamento al tzutuhil e inició la celebración regular de la Misa en esa misma lengua.

Su labor era ingente y cada vez más pues se fue quedando sólo. Llegó a pedir una autorización para celebrar cinco misas el domingo en cuatro lugares diferentes con el objetivo de atender al mayor número de aldeas.

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Guatemala se encontraba en una guerra civil que se alargó durante décadas y dejó decenas de miles de personas muertas y muchas víctimas colaterales. Durante esos años se produjeron muchos asesinatos de periodistas, catequistas y sacerdotes y el padre Rother estaba en su lista negra pues consideraban que por ayudar a las víctimas del conflicto y a su comunidad era comunista.

Confianza en Dios ante el posible martirio. Ante los secuestros y la violencia, el Padre Rother se sintió impotente porque no logró cambiar la situación en reconciliación y perdón. Cuando una monja le preguntó qué hacer si le mataban, respondió: ‘Levante el estandarte de Cristo Resucitado’.

La guerra civil llegó a la misión. Las desapariciones y asesinatos empezaron a ser comunes y el sacerdote se convirtió en el gran apoyo de la comunidad ante una situación trágica. Era consciente de que podía ser asesinado pero no quiso dejar esta tierra.

Así queda atestiguado en una carta que envió a su familia en Estados Unidos las navidades previas a su asesinato: “El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro”.

La realidad es que estamos en peligro. Pero no sé cuándo o qué forma usará el gobierno para reprimir más a la Iglesia. Dada la situación no estoy listo para irme. Pero si es mi destino y debo dar mi vida aquí, será así. No quiero abandonar a este pueblo… aún se puede hacer mucho bien en estas circunstancias”, escribía el beato. Y además, en la misiva añadía la que es la frase más conocida del padre Stanley: “El pastor no puede huir ante la primera señal de peligro. Recen por nosotros para que podamos ser la señal del amor de Cristo para nuestro pueblo, que nuestra presencia los fortalezca para que enfrenten estos sufrimientos como preparación para el Reino que se acerca”.

Finalmente, el 28 de julio de 1981 tres individuos corpulentos entraron de noche en la casa parroquial y le asesinaron a golpes. La causa, ya la había anunciado él poco antes: “Mi vida es por mi pueblo. No tengo miedo”.
En Santiago Atitlán, se realizó su celebración, el 19 de noviembre 2017, se reunieron varios obispos de Guatemala, muchos sacerdotes y una multitud inmensa de los pueblos del altiplano, en agradecimiento y reconocimiento por su manera de acompañar y servir al pueblo perseguido.

Nosotras MMB de Colomba, tuvimos la oportunidad de visitar Atitlán hacia el 21 de noviembre y, fuimos con las voluntarias del Colegio de Guadalajara para que conocieran este hermoso lugar.

María Micaela Reynoso Primo, MMB