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Colomba, Guatemala

“SENTIR CON ELLAS Y PARA ELLAS”

Con anterioridad, nos habíamos puesto de acuerdo con doña Etelvina Estrada, una señora de la Pastoral de la Mujer, quien es “la apóstol” de esta comunidad en unión con su hermana Filomena aquí en Colomba, Guatemala. Pedí a Jeremías, un joven del Chuva que me acompañara para ocuparse de niñas, niños y jóvenes.

La finca Soledad Grande donde vive doña Etelvina, no es una comunidad lejana, pero sí de muy difícil acceso, pues no hay picops que den ese servicio. Para salir de la finca, deben caminar una hora para llegar a pie de carretera, o caminar 50 minutos a través de cafetal para llegar a la Comunidad Agraria Santo Domingo, donde si hay medio de transporte.

El domingo de Ramos, después de participar en la procesión y en la Eucaristía en Colomba, el profesor Juan José nos llevó a doña Etelvina y a mí a la finca para comenzar nuestra misión.

Soledad Grande es una finca que ha quedado muy deshabitada porque el salario que pagan es de miseria, los hombres ganan Q. 20.00 al día y las mujeres Q. 15.00, los trabajadores se sindicalizaron y pidieron aumento de salario, vino el dueño y les echo fuera con todo y familia. Les dice que qué más quieren, si tienen casa, agua y luz.

Son pocas las personas que viven en esta finca, de las cuales hay algunas personas que se han ido a otras iglesias y la comunidad católica es muy pequeña y está casi compuesta de personas mayores, algunas jóvenes y niños/as.

Jeremías se integró el miércoles santo a la misión, pues es el responsable de la Pastoral Juvenil de Saquichillá, y el martes santo, organizaron un retiro con las y los jóvenes de esa zona donde participaron entre 45 y 50 jóvenes.

El mismo miércoles santo, Jeremías comenzó a trabajar con las niñas y los niños de Soledad Grande. Continuó la formación con ellas/os con mucha paciencia, desgraciadamente no logramos que se integrara ningún joven a las actividades religiosas.
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Hemos trabajado con ahínco, lunes, martes y miércoles por las mañanas, fuimos como comunidad a visitar enfermos, porque hay bastantes. Y por la tarde de esos tres días, hicimos un retiro en el que profundizamos sobre “El Triduo Pascual”. Tuvimos actividades de dramatización de los pasajes bíblicos y tambien de colorear los dibujos alusivos al triduo; había hermanas mayores que decían, “hermanita, yo nunca fui a la escuela, no se colorear”, yo las animaba y no saben qué bonitos les quedaron, se los mostraban con orgullo unas a otras.

El jueves santo, después de arreglar la Iglesia y preparar el monumento para la Adoración del Santísimo, fuimos como comunidad a visitar a las personas católicas que se han quedado sin participar en la Iglesia. Por la tarde hicimos la celebración de la Cena del Señor e insistimos en que es el día del “amor que Dios tiene por nosotras/os” y cómo nos pide que nos amemos unas personas a otras.

Jeremías hizo el lavatorio de los pies y, al terminar los oficios, hicimos la Adoración del Santísimo Sacramento con mucha unción y reverencia, finalmente compartimos un café y un panito en señal de “hermandad que desea vivir el mandamiento del amor”.

Viernes santo hicimos el Viacrucis por la mañana, al regresar al templo, celebramos los oficios de la pasión del Señor y la veneración de la cruz. Por la tarde se hizo la procesión del santo entierro. El sábado santo por la mañana, volvimos a visitar a hermanos y hermanas que se han quedado sin participación, solo logramos que regresara una señora.

Por la tarde-noche hicimos la Vigilia Pascual, aquí hubo más participación porque llegaron personas que vinieron de la capital a visitar a su familia. Fue una Vigilia muy solemne, hicimos la bendición del Fuego nuevo y del Cirio Pascual a un kilómetro de la iglesia, en un camino del cafetal seguido de la procesión de la Luz con el Cirio encendido y las pequeñas luces de todos los participantes. El grupo de señoritas que asistió a todas las actividades, siempre estuvieron dispuestas para hacer las lecturas, y a realizar lo que hiciera falta para que la comunidad católica se anime y resurja la fe en Soledad Grande.

Agradezco a la comunidad de Soledad Grande, que nos acogió con tanto cariño y nos brindó la ocasión de estar a su servicio.

María Micaela Reynoso Primo, MMB