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El Viejo, Nicaragua

“PASEO ANUAL DE CASA ESPERANZA”

Todos los años se realiza en Casa Esperanza un paseo a algún lugar de Nicaragua, con el fin de convivir y ampliar el horizonte: conocer nuestra patria, costumbres, vegetación, clima, comida, etc., tanto, que ya hemos recorrido gran parte del país.

Este año preparamos con mucha ilusión el viaje, teniendo que posponerlo en varias ocasiones por motivos diversos, pero se llegó el día.

Los preparativos previos tienen una logística donde participamos varias personas. Hay que conseguir un bus al que se le puedan quitar dos asientos de la parte trasera, para que quepan las sillas de ruedas de Mayla y Carlos “Chicopan”. Todos los años Don Ariel Gallo amablemente dispone uno de sus buses, prepara la ruta con el chofer y los ayudantes y llega personalmente a Casa Esperanza a presentarlos. También hay que hacer las invitaciones para una persona que acompañe a cada uno de los miembros de Casa Esperanza y confirmar su asistencia, para preparar un día antes el desayuno y los refrigerios que las Hermanas nos llevan. Otro asunto que hay que contemplar son las pastillas para el mareo, las bolsas plásticas y papel periódico por “si acaso”.

El 15 de abril salimos a las 6:30 de la mañana en un bus rumbo al Zoológico de Managua y el Mirador de Catarina. Zita, nuestra Coordinadora, dio las instrucciones antes de salir, nos invitó a hacer una oración y nos dispusimos a disfrutar. Fuimos 30 personas.

Llevábamos como 45 minutos de viaje, y el chofer se detuvo en la carretera. No sabíamos que pasaba y aprovechamos para ir desayunando. Cuando pudimos avanzar, nos dimos cuenta de un terrible accidente de una pipa de gasolina y dos camiones de carga… a todas/os nos sobrecogió, ya que pensábamos en los choferes, qué final tendrían, sus familias, etc. y nosotras/os que ¡íbamos tan alegres a nuestro paseo!… caímos en la cuenta de lo frágil que es la vida y cómo nos puede cambiar todo en segundos. Los encomendamos a Dios y poco a poco nos fuimos reponiendo de la impresión y así dispusimos el corazón para abrirnos al regalo que nos esperaba más adelante.

En La Paz Centro hicimos una “parada técnica” para ir al baño. En Managua nos detuvimos nuevamente para recoger a Teresita González, arquitecta viejana que ha estado en Casa Esperanza desde sus inicios acompañándonos.

Por fin llegamos al Zoológico que está a 16 kilómetros de Managua rumbo a Masaya. Tuvimos que esperar un rato en la puerta de entrada hasta que llegó una persona que nos dio indicaciones. Nos dijeron que no tocáramos las jaulas ni a los animales, tampoco darles de comer y que no nos dispersáramos… la expectación iba creciendo… por fin hicimos nuestra entrada triunfal y llegamos donde estaban las aves de corral… gallinas japonesas, muy elegantes y esponjadas, chompipes, pavorreales… luego pasamos a las aves carroñeras, águilas de diversas clases, tucanes… monos… cocodrilos… tigres, panteras, linces y el rey león, que no quiso mostrarse de frente a nosotra/os, ¡solo la paciencia de Chicopan logro el deleite de verlo caminar!

Era tanta la emoción de ver de cerca animales que solo conocíamos en fotos y algunos que ni siquiera sabíamos que existían, que íbamos pasando de sorpresa en sorpresa… también admiramos mucho lo limpio y cuidado que tienen todo, la cantidad de árboles, plantas y flores, que aquello semejaba una jungla.

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Cuando ya casi terminábamos el recorrido, se acercó una de las personas que coordinan el Zoológico y nos preguntó que si deseábamos conocer el mariposario. Por supuesto dijimos que sí, sin saber de qué se trataba. Entramos a un lugar reservado donde primero nos pasaron un video explicando la vida y duración de las mariposas. Una vez terminado, entramos al mariposario. ¡Woooow!!… ¡qué belleza!… miles de mariposas de diferentes colores, tamaños y clases, aleteando en torno a nosotras/os, con una hermosa música de fondo que nos llegaba al alma. Cual va siendo nuestra sorpresa que de repente empieza a brotar una hermosa cascada de agua en medio de un bellísimo jardín botánico… no lo podíamos creer, ¡que regalo!

De ahí pasamos a ver a las serpientes que nos dejaron sorprendidas/os por su tamaño y variedad de colores. Luego a los búhos en sus cuevas especiales y de allí, a otro entorno de pájaros exóticos multicolores, desde nuestra ave nacional, el guardabarranco, hasta un bello faisán dorado.

Fue tan hermoso todo, que todavía estamos emocionada/os y con ganas de repetir la experiencia. No pudimos almorzar en el Zoológico, por lo que nos detuvimos en Masaya y fuimos al parque central. El parque es muy agradable con mesas y bancas entre los árboles para sentarnos. Escogimos un buen lugar y nos dispusimos a compartir nuestros alimentos que cada quien llevábamos. Esta fue otra linda experiencia, ya que todas/os comimos de todo y hasta nos sobró. Teresita nos invitó un sorbete para culminar la experiencia en el parque. Estábamos muy felices con ganas de no movernos, pero teníamos que continuar.

Llegamos al mirador de Catarina que se encuentra en uno de los extremos de la laguna de Apoyo. El cráter de la laguna de Apoyo nació hace aproximadamente 23,000 años, luego de una potentísima explosión volcánica que dejó un hoyo de unos 6 kilómetros de diámetro. Este hoyo se fue llenando con la afluencia de aguas subterráneas y agua de las lluvias, surgiendo así la laguna. Las laderas se cubrieron de abundante vegetación. Hoy este cráter es considerado un volcán durmiente, en reposo, con cierta actividad a través de algunas fumarolas en su interior. Tiene una superficie de 2,110 hectáreas y una profundidad en el centro de hasta 100 metros bajo el nivel del mar. En 1991 fue declarada Reserva Natural, por su cantidad de ecosistemas.

El mirador está dentro del pueblo de Catarina, que se caracteriza por un gran número de viveros y artesanías. En el mirador hay bancas distribuidas en varios niveles para poder contemplar el paisaje que invita a la meditación. De allí se observa el lago Cocibolca, el volcán Mombacho y la ciudad de Granada.

Siempre está lleno de turistas, por lo que no pueden faltar grupos de música con marimba, tríos que cantan boleros, un Cantinflas que hace las delicias de la gente, restaurantes y toda clase de vendedores de dulces y comidas típicas de la zona. Aprovechamos la ocasión y Teresita también nos invitó unas canciones con marimba que nos puso a bailar, luego se nos sumaron algunas extranjeras.

Llegó el momento de la partida, nos despedimos del lugar, agradecimos su acogida y tomamos el camino que pasa por los famosos pueblos blancos, llenos de diferentes artesanías y hermosos viveros. El regreso se nos hizo corto, ya que íbamos muy alegres, con el corazón todavía en fiesta.

Al siguiente día que fuimos a Casa Esperanza evaluamos y empezamos a soñar el próximo paseo para el año que viene… “¿A dónde iremos? ¡Vayamos a lugares que no conocemos!… ¿Cómo cuáles?…”, llegamos a la conclusión que para elegir lugar, hay que pensar en las distancias pues algunas/os de nosotras/os no podemos durar tanto tiempo sentadas/os, accesibilidad de las sillas de ruedas, etc.

En palabras de Valeria: “El paseo estuvo tremendo, nos divertimos bastante, no es la rutina de todos los días… a pesar de que tuvimos que presenciar un terrible accidente donde tal vez hubo gente que perdió la vida, a nosotras/os Dios nos protegió y todo salió muy bien… además tuvimos abundante comida.”

¡Hasta el próximo año… si Dios nos presta vida!

Casa Esperanza