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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México
“SENTIR CON ELLAS Y PARA ELLAS” |
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Esta Semana Santa tuvimos la oportunidad de regresar de misiones, esta vez a tres destinos distintos; Guanajuato, Jalisco y Chiapas. Una semana muy esperada y preparada, cada quien vive este proceso de manera distinta, pero todas/os con un mismo fin: dar lo mejor. Para unas/os cuantos fue su primera misión, para otras/os una más a la cuenta, pero no menos especial. Durante cada año que transcurre entre misión y misión cada una/o de nosotras/os vive distintas experiencias, coincide con personas nuevas, por lo tanto, no somos las mismas personas que el año anterior y, definitivamente no volveremos a serlo, no vivimos la misión igual y no somos las/os mismas/os misioneras/os que años atrás, pero siempre emociona compartir con tu equipo y con la comunidad. Este año, fue un año de cambio, en lo personal cambió mi rol en la misión, ahora como Asesora fui a Santa Catarina, una comunidad de Guanajuato. También iba con ideas distintas, con sentimientos encontrados, quizá podría decir que iba un poco más madura, pero algo que me quedo muy claro es que sea cual sea tu papel y, lleves los años que lleves, a fin de cuentas, la sensación al finalizar la semana, al regresar a Guadalajara, nunca cambia, creo yo que siempre te sientes más plena/o, con más vida. Definitivamente lo que más cuesta es despedirte de la comunidad con la que compartes estos días. Llegas al inicio de la semana con la intención de adaptarte, de conocer, de disfrutar, de ser feliz y, ya cuando estas adaptada y te sientes como en casa, te tienes que despedir, regresar y, por consiguiente, extrañar. Algo que me movió el corazón esta semana fue el que al despedirnos, un niño con el que hice mucho clic, me regalo un muñeco y un collar con la imagen de un santo, sentí de todo un poco porque también su mamá lloró y sinceramente no convivimos mucho con la señora, pero el verla llorar me hizo pensar cómo es que de alguna manera sí llegamos a hacerles la semana distinta, así como nosotras/os cambiamos ciertas cosas de nuestra vida diaria, ellas/os también tienen días de cambio en su vida, es reciproco. Ese compartir y recibir alegría, sonrisas, amor; el entender que es gracias a las otras personas que nosotras/os somos quienes somos, el reconocer a la otra persona como parte de ti y reconocerte a ti también como parte de la otra, darte cuenta que la humildad es fundamental para ser feliz, dejar a un lado los diferentes niveles económicos y permitirnos sentir lo mismo. Sentir con ellas y para ellas amor, gratitud, amistad, es algo que en definitiva reconforta el corazón. |
Esta semana es, por lo menos para mí, una recarga, un impulso para no rendirme y seguir buscando y luchando por una sociedad mejor, por un mundo incluyente, amoroso y más justo. En mi experiencia, este año hablamos mucho acerca de formar comunidad, del no ser indiferentes a lo ajeno, y esa semana me queda claro que de cierta manera dejamos nuestra indiferencia a un lado, pero… ¿Qué tanto estamos cuidando de las demás personas en nuestra vida diaria? ¿Qué tan seguido demostramos amor a quienes nos rodean, y no precisamente a nuestras amistades? ¿Qué tan empáticas/os somos con quienes son diferentes a nosotras/os y que nos topamos diario? De cierta manera, me cuesta entender como en misiones podemos darles un “buen día”, una “buena noche” a quien sea, pero aquí muchas veces no nos tomamos el tiempo ni de eso. Me siento invitada e invito a todos los y las misioneras, a que esos pequeños detalles que nos sorprenden muchas veces de las comunidades a las que vamos, los traigamos a nuestra sociedad, que esa luz que transmitimos y que nos transmiten una semana, sea la que transmitamos todo el año. Y que esta semana no se quede solamente en las fotos que vamos a compartir en las redes sociales, – que estoy de acuerdo en que queremos compartir nuestras experiencias, porque definitivamente nos hacen crecer-, pero sería mucho mejor que este ser feliz con las demás personas, el enamorarte de esas personas porque te lo dan todo, no se quede solamente en la misión, en las comunidades. Que seamos de esas personas que vibran y que aprendamos a valorar a las personas que también valen como nosotras/os, personas que tienen magia con la que vale la pena compartir la vida, con las que encuentras a un Dios amoroso, y no precisamente tienes que hacer un viaje a otro estado para encontrarlas, porque esas personas nos rodean a diario, es cuestión de empezar a reconocerlas. Daniela Molina Garduño |