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Tecotlan, Jalisco, México.

“TECOTLAN 2018”

Pasadas las Misiones de Semana Santa muchos encuentran en la soledad de la vida cotidiana el momento efectivo de reflexionar acerca de lo vivido en esta semana, pues pareciera que después de tantas experiencias acompañado de familias, compañeros y la fe mutuamente compartida entre las distintas comunidades uno se podría sentir falto de sonrisas, de alegrías y, sobretodo, de amor al regresar a casa. Esto, principalmente provocado por la sed insaciable para muchas personas de servir.

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Sin embargo, es en esos momentos de soledad en lo cuales cada misionero debe recordar que uno no necesita de las comunidades más pobres y marginadas de nuestro país, así como tampoco se requiere de la gente más alejada o necesitada de Dios para hacer del servicio nuestra actividad diaria, nuestra vocación que nos llene de gozo, paz y felicidad.

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Las misiones no se deberían de acabar cuando uno se baja del camión en el colegio, sino que debería ser ese momento cuando uno tome conciencia acerca de que cada esquina de nuestra comunidad alberga a alguien esperando algunas palabras de apoyo, en cada rincón de nuestra colonia existe una oportunidad de servicio y que uno no debe esperar un año entero para dejar de sentirse vacío.

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Asimismo, recordando con cariño cada momento especial que se nos hizo presente durante esta mágica semana, cada misionero debería de levantar la cara y hacer frente al desafío que Dios nos puso enfrente, pues si no nos sentimos meramente completos con nuestra vida diaria y seguimos sintiendo que algo, no sabemos bien que, pero algo nos hace falta para empezar a llenar ese hueco que la Semana Santa dejó en nosotros es porque la vocación del servicio nos ha acogido como representantes para hacer valer su más grande misión, el servir a Dios.

Jorge Eduardo Moreno Montes