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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México

“TODAS LAS GRANDES COSAS LLEGAN A SU FIN”

No puedo creer que mi experiencia de voluntariado está a sólo una semana y media de terminar. Después de cinco meses de constante alegría y felicidad es hora de decir adiós.

Esta experiencia me ha demostrado sin duda que el tiempo realmente vuela cuando estás tan feliz y viviendo la vida al máximo.

Antes de venir a Filipinas sabía que aprendería y me llevaría más de lo que podría enseñar y dejar, pero nunca pensé que la diferencia sería tan significativa, algo que ha marcado mi vida de muchas maneras.

Todos los días he aprendido algo nuevo, de las palabras en Tagalog un idioma totalmente nuevo para mí, probar diferentes alimentos, una cultura y calidez de la gente filipina que siempre voy a apreciar y siempre será parte de la nueva yo. Porque después de esta experiencia de vida que Dios me ha permitido vivir, soy una persona diferente. Y en estos cinco meses y medio esta experiencia me ha hecho convertirme en una mejor versión de mí misma, y por eso seré eternamente agradecida.

Sé que puede sonar típico, pero llegué aquí con una idea, y un impulso de hacer todo para ayudar y servir a quien necesitaba una mano, para reventar mi alma haciendo lo que amo. Me demostré que ayudar a otras personas, especialmente a las personas con más necesidad es el regalo más grande de amor que una puede dar y, la satisfacción más grande que una puede sentir… No hay mayor satisfacción. Eso es lo que he logrado, y sé que una parte de mi corazón y una parte de mi alma se quedarán aquí para siempre, porque puedo ver en mí el impacto positivo que ha creado.

Aprendí que la vida es un regalo y esta experiencia me permitió abrir sorpresas muy especiales cada día. Simplemente viendo a mis estudiantes venir corriendo hacia mí todas las mañanas para saludarme y abrazarme, sólo para estar cerca de mí, y mirarles a los ojos y ver sus sonrisas de alegría, me da la sensación más satisfactoria y me da la seguridad de que los tiempos de Dios son perfectos y que me trajo aquí por una razón. Ser yo parte de sus sonrisas y ellas/os ser la razón de la mía es una sensación hermosa.

La mayor parte de mi experiencia de voluntariado compartí con las hermanas MMB en la comunidad Lagro y los maestros y personal de la Escuela Mercedaria donde soy asistente en Kinder. Participé en YUMMER donde íbamos a la comunidad de Cena en Maligaya y hacíamos diferentes actividades para las y los niños ahí. Realmente espero que continúen con estas actividades, es algo que mi colegio el Instituto de la Vera-Cruz me inculcó. Donde aprendí a amar ayudando a las demás personas. Mi experiencia en los asilos, en los orfanatos, ayudar a los migrantes… Todo eso fue lo que me ayudó a entender que un poco de mi tiempo y cariño le iluminaría a alguien el día. ¡Algo de lo que el mundo necesita desesperadamente! Todas las personas ayudando a las demás… Algo muy de la Madre Margarita.

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Otra cosa que aprendí fue conocerme a mí misma, disfrutar de la persona que soy, amarme a mí misma. En Guadalajara, soy una persona muy social, y nunca me di el tiempo para conocerme. Los tiempos que pasé aquí en la casa, en mi habitación, en Bohol, en C.A.R.E.S me dieron esa oportunidad. Aprendí a disfrutar de mi propia compañía. Y cuando aprendes a conocerte y aceptar lo que eres aprendes a amarte a ti misma/o, por lo tanto, te permite amar a las y los demás. Pasar tiempo en C.A.R.E.S me permitió conectarme conmigo misma, con Dios, y con la naturaleza. Uno de los regalos más grandes que Dios nos dio, el cual no cuidamos ni valoramos. ¡Cuánto nos falta! si solo cuidamos nuestro pedacito el mundo estaría mejor cuidado.

Tuve la oportunidad de ir a Bohol por 15 días, que también fue una experiencia muy enriquecedora. Ahí viví una de las experiencias más desgarradoras pero conmovedoras de mi vida, visité un par de veces BCIC. (Bohol Crisis Intervention Center). Tuve la oportunidad de conocer a las chicas ahí, sus historias me rompieron el corazón, ya que no podía creer sus experiencias de vida traumáticas y ver cómo han sido capaces de seguir adelante, y cómo viven la vida al máximo, se han convertido en una inspiración para mí, y una motivación para ver el mundo de una manera tan positiva como ellas lo hacen. Esta experiencia me enseñó a entender que con fe siempre hay esperanza. Fue tan difícil decirles adiós a las niñas porque yo sentí que hicimos una conexión muy especial y sólo puedo pedir por ellas, desearles una vida llena de bendiciones, sintiendo que las llevo conmigo en mi corazón.

La vida aquí en Filipinas es muy diferente a la de Guadalajara, México, pero sé que cuando llegue a casa por todo lo vivido aquí lo veré con ojos diferentes. El impacto en mi vida que esto ha hecho es más grande que las palabras. Las relaciones personales que he ganado son probablemente mis mayores tesoros de esta experiencia. No creo que haya palabras que puedan expresar mis sentimientos.

Dejo atrás a una familia que me acogió con los brazos abiertos y las mejores sonrisas que jamás había visto, desde el primer día sentí que era parte de ellas y ellos. Nunca me sentí fuera de lugar… Gracias hermanas MMB, maestros y estudiantes en Mercedarian School, personal padres de las y los alumnos y, a cada persona que conocí y compartí un instante.

En mi corazón me llevo grabado algo muy especial de cada una/o de ustedes. Creo que mi corazón se va aquí más grande que cómo llegó ¡Por eso les digo gracias a todas y todos! He vivido tantas experiencias diferentes aquí que, es muy difícil explicarlas todas, pero créanme, cuando digo que esto definitivamente ha sido una huella muy marcada en mi vida, sé que será una parte de mí siempre. Una experiencia inolvidable que valoraré eternamente.

Nicole Cueva Osete,
Voluntaria del Instituto de la Vera-Cruz