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El Viejo, Nicaragua

“TODO SE RESUELVE AMANDO”

“…Dios nos enseña un camino a seguir y deja a

nuestra voluntad la correspondencia”

M. Margarita

La Misión en El Viejo nos abrió las puertas a un encuentro de entusiasmo, ilusión, gozo y esperanza para compartir la vida de una manera muy especial en y desde la gente de nuestras comunidades campesinas.

Vísperas del Domingo de Ramos, celebramos nuestro envío a la Misión de Semana Santa con la Eucaristía concelebrada por el P. Rafael Aragón. Nos sentimos especialmente enviadas y enviados por Jesús acogiendo ésta Misión como una oportunidad para acompañar y dejarnos acompañar por las personas más empobrecidas y sencillas de nuestras comunidades, sabiendo vivir la Pascua de Jesús presente en su pueblo hoy.

Después de haber tenido el tiempo de Cuaresma como preparación a esta experiencia con varios temas de formación, los días previos a la Misión nos preparamos con todo detalle recibiendo apoyo de la gente viejana, en víveres, recursos económicos y también, organizando todo el material necesario para que estos días santos tuvieran sentido profundo a cada instante.

Las misioneras y misioneros nos repartimos en pequeños grupos, cada grupo acompañado de una o dos hermanas MMB, que por cierto, dos de ellas guatemaltecas vinieron desde su tierra para acompañar esta Misión. Un grupo tuvo su experiencia en las comunidades de Los Pocitos, Palermo y Los Limones, otro, en la comunidad de Petacaltepe, otro grupo estuvo en Santo Domingo y La Picota y uno más, vivió su experiencia en la comunidad de Chimaltepe. Además, hubo un quinto grupo que desde El Viejo se dedicó a visitar algunas de las comunidades más cercanas como la Norwich, Zopilotepe y Santa Rosa en el Ingenio.

El miércoles 16 de abril, los cinco pequeños grupos misioneros llenos de emoción por vivir esta experiencia partimos hacia la Misión para compartir los días santos. Cada grupo tuvimos la oportunidad y el gran regalo de vivir esta experiencia con el apoyo de las y los Delegadas/os de la Palabra quienes acompañan, orientan y motivan la evangelización en sus comunidades. Ellas y ellos organizadas/os con anticipación, prepararon sus hogares para recibirnos a cada grupo misionero y compartir con gran sencillez, humildad y servicio estos cuatro días de la Semana Mayor.

Todas las celebraciones de los días santos tienen un sentido muy especial habiéndolos vivido con esta gente tan compartida y comprometida. Llenos de gozo y de fe, cada hermana y hermano de estas comunidades tiene mucho que mostrar del rostro vivo de Jesús en servicio, amistad, amor, entrega sin límites, en definitiva… Vida-Muerte y Resurrección que se encarna y es “paso” de Dios Vivo en el hoy de nuestros días.

Las misioneras y misioneros compartimos y nos dejamos acompañar en el servicio y amor gratuito en la Celebración del Lavatorio de pies y la Última Cena, el dolor y tristeza, indignación y búsqueda de justicia presente en las largas caminatas bajo el sol por los senderos de la comunidades haciendo el Viacrucis, y así, la espera, el silencio y la confianza en el Resucitado al recibir la Pascua en la Vigilia celebrada en cada comunidad al mediodía y por la noche todas las comunidades campesinas reunidas en la iglesia de San Miguel, recién inaugurada en la comunidad de la Ceiba.

 

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El encuentro en la Vigilia Pascual fue muy emocionante, vernos después de estos días tan intensos, llegar con la gente de nuestras comunidades, abrazar con familiaridad rostros conocidos, dio pie a vivir con alegría a Jesús Resucitado encarnado en la fe de tanta gente presente.

Durante estos días cada grupo misionero tuvimos la oportunidad de ir recogiendo la experiencia en cada una de las oraciones realizadas por la mañana y por la noche. Algunos grupos pudimos compartir este espacio con las familias que nos recibieron, lo cual, enriqueció y dio mayor sentido al momento, reconociendo el paso del Dios de Jesús como comunidad compartida.

En la madrugada después de la Vigilia Pascual, estando ya en el Centro Catequístico, juntas y juntos seguimos ahondando la Fiesta Pascual en una oración de cierre, en la que compartimos las experiencias más profundas donde Dios se hizo presente y nos invita a continuar el camino con Jesús.

Fue un momento largo y enriquecedor, en medio del cansancio y el sueño la Gracia y el Espíritu se hicieron presentes cuando expresamos lo significativo que fue experimentar cómo estas personas dan de lo que tienen sin pedir nada a cambio, familias empobrecidas que se preocuparon por darnos todo lo necesario para pasar estos días de manera agradable a su lado, ver el esfuerzo diario por tener el sustento de cada día, velar por las necesidades de cada familia en su comunidad, experimentar la fe firme aún en medio de las dificultades y el dolor…

Todas estas expresiones llenas de agradecimiento se unieron posteriormente a otro momento donde todo el grupo evaluamos la Misión y a la vez compartimos la invitación que cada una/o sentimos en expresiones como: “Vivir la realidad de las personas… ponerme en sus zapatos, vivir y poder luchar día a día como lo hacen ellas y ellos”, “siento que Dios me invita a descubrir mis inquietudes”, “admirar a estas personas con mucha esperanza y deseo de caminar más cerca de ellas”, “ver la humildad, entrega y el deseo de servir sin recibir nada a cambio, me invita a ser solidaria y ser compartida”, “me invita a seguir este impulso misionero y compartirlo con quienes me rodean”, “me siento invitada a continuar apostando por la experiencia de un Jesús hermano y amigo”, “quiero hacer cada día más presente a Jesús”, “me siento invitado a perdonar, crecer y seguir en humildad y amor”.

Gracias a todas las misioneras y misioneros que formamos parte de la Única Misión, seguir a Jesús hecho vida y entrega en las realidades que nos remueven y nos convocan a continuar buscando ser comunidad solidaria, participativa, comprometida en las mayores necesidades y hermana de quienes más sufren, hacer camino siendo “Libres para Liberar”.

Ana Noemi Chocón, MMB y Paulina Soltero, MMB

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