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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México

“TODO TU SER SE ABRE A UNA EXPERIENCIA”

Desde el principio sabíamos que nos encaminábamos al misterio; era un país totalmente desconocido del otro lado del hemisferio.

En cuanto dejamos atrás nuestra querida Guadalajara supimos que la aventura había comenzado, pues nuestro viaje fue toda una travesía; las 7 horas planeadas de vuelo se transformaron en 16 horas a causa de una parvada migratoria, pero al momento de pisar tierras ecuatorianas y encontrarnos con las hermanas MMB nos dimos cuenta que seríamos recibidas de la mejor manera. Y después de todo el camino recorrido llegamos a nuestra nueva casa en la madrugada, sin nuestras maletas.

Al día siguiente amanecimos entre montañas que parecen salir de las nubes y desde ese momento nos dimos cuenta que nos encontrábamos en un lugar mágico: “Uzhcurrumi”.

Desde que llegamos las personas nos hicieron sentir como en casa y nos recibieron como las nuevas “hermanitas”.

Poco a poco comenzamos a formar parte de la vida en comunidad, adaptándonos a la organización y las actividades de las hermanas. A grandes rasgos la labor que tienen las hermanas aquí es coordinar los grupos de catecismo de niños/as y jóvenes; visitar a personas en condiciones desfavorables; organizar la Pastoral Juvenil; acompañar a las distintas comunidades de la zona; llevar a cabo reuniones y retiros con los padres de familia, catequistas, grupos juveniles y laicado mercedario; participar en las reuniones de Agentes de Pastoral; realizar misiones cada mes; dirigir el proyecto de Justicia Paz e Integridad de la Creación (JPIC) con las niñas ylos niños pequeños; apoyar en la Liturgia de la Palabra y encargarse de todos los asuntos parroquiales. Todo esto sin descuidar su vida espiritual como comunidad.

Nuestro camino ha estado lleno de aprendizajes; desde cosas del hogar, como ocinar y lavar nuestra ropa a mano, hasta poder ver la presencia de Dios en toda su creación y en nuestro caminar diario.

Estas últimas semanas han sido un encuentro con otra realidad, un despertar a la conciencia y salir de nuestra burbuja. Han sido días en los que nos hemos podido detener del ritmo de vida citadino tan acelerado que llevamos, para encontrarle un sentido a cada pequeña acción que hacemos en el día.

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Siempre hemos creído que otro mundo es posible y estando aquí nos hemos sentido motivadas a realmente empezar este cambio, romper con todas las construcciones sociales que nos detienen y lograr ser mujeres auténticamente libres y liberadoras como la Virgen de la Merced.

Nuestra vida en comunidad es íntegra, ya que incluimos todo tipo de actividades como ver películas, jugar juegos de mesa, discutir temas de justicia social, compartir distintas visiones del mundo, hacer manualidades con materiales reciclados para cuidar el medio ambiente, bailar, cantar, rezar, shibashi, cuidar el jardín y retiros. Juntas nos ayudamos a seguir creciendo como personas y como comunidad para poder seguir los ideales de la Madre Margarita. Además, hemos descubierto otra cara de la Iglesia por la convivencia que hemos tenido tanto con las MMB como con todos los Agentes de Pastoral de la Diócesis.
Jesús ha sido nuestro maestro en este caminar y podemos entender por qué decidió nacer entre las personas pobres: para demostrarnos que cuanto menos tienes más feliz eres y que la verdadera felicidad está en la simplicidad de las cosas; la sonrisa de un niño o una niña, la belleza de la naturaleza, la inmensidad de las montañas, la solidaridad de la comunidad, el abrazo de un anciano, el grito de ¡hermanitas! a las 7:00 de la mañana, el amor gratuito que te dan las personas, las ganas de acercarse a Dios de las y los jóvenes, la fe del pueblo, la nueva vida de un bebé, el agradecimiento de las personas, la entrega de las hermanas y la vida en todas sus expresiones.

Esta frase de la Madre Margarita resume lo que hemos vivido en esta experiencia de voluntariado: “Una nueva forma de existencia. Una nueva forma de vida en la que todo tu ser se abre a una experiencia de otros niveles de conciencia, de crecimiento espiritual.”

Pilar Toussaint y Fernanda Villanueva
Voluntarias