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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México

“TRASCIENDE EL PROFUNDO SIGNIFICADO

DE LA SEMANA SANTA”

El pasado mes de marzo, un sábado muy temprano en la mañana, la entrada del Instituto de la Vera-Cruz se fue llenando con las misioneras y misioneros que iban llegando, algunas/os solas/os y otras/os acompañadas/os por sus familias, cargando maletas y sleepings. Aún no salía totalmente el sol y las hermanas MMB ya estaban listas para dar la bendición de envío, con una sonrisa como la de quien ha entregado su vida a la Misión y que ahora ven reflejada en la ilusión de la Juventud Misionera Mercedaria- JUMMER, que después de meses de preparación estaba lista para pasar la Semana Santa en las comunidades de Guanajuato y de Querétaro en la zona centro de México, contagiadas/os por ese gran Carisma Mercedario.

En los autobuses que salieron aquel día del Colegio viajaron los sueños, las ilusiones, los miedos y las expectativas de casi noventa misioneras/os, siempre guiadas/os por la camioneta en donde la Hna. Licha Obregón y Natalie Alonso iban también cargadas de ilusión por una Misión que ya había comenzado.

Aunque todas y todos llegamos a nuestras comunidades con la misma playera de “JUMMER 2015” y éramos parte de un grupo, puedo decir que JUMMER se vive de manera distinta en cada persona. Por ejemplo, están quienes comparten por primera vez una Semana Santa con otras personas mexicanas de realidades muy distintas a las suyas; para ellas/os todo es nuevo y nos recuerdan esa sensibilidad que se necesita para cuestionar las situaciones de desigualdad social con las que nos vamos topando, sobre todo cuando se trata de historias de vida de otras/os jóvenes de su misma edad. Están también quienes van por segunda o tercera vez a la misma comunidad; en ellos existe una sensación de volver a lo familiar, ver de nuevo a quienes se han convertido en amistades y dar continuidad a esa historia que comenzaron años anteriores, siendo conscientes de los nuevos retos personales que esta vez quieren cumplir y buscando ser siempre mejores que otros años. De igual forma están quienes han hecho ya de JUMMER parte de su vida por más de cinco o seis años; para ellas/os, los años de experiencia se traducen en unos ojos más abiertos y unos oídos más atentos sobre todo a las historias de vida que comparten las personas de la comunidad y a un compromiso misionero que trasciende el profundo significado de esta Semana Santa.

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Pero una cosa es cierta, por más que cada quien haya vivido a JUMMER de manera única y distinta, todos estuvimos ahí porque escuchamos el mismo llamado a desconectarnos una semana, dejarlo todo e ir a involucrarnos en la realidad de un rincón de nuestro México, no para salir en fotografías ni para anunciarlo con letras grandes, sino para poder compartir la Pascua de Jesús y volver con el aprendizaje de que las mayores riquezas no son las materiales, sino las de una vida de fe de quien sabe ver el rostro de Dios en la naturaleza, en el cielo estrellado de un lugar sin contaminación, en los niños y las niñas más pequeños que sonríen siempre, en las y los jóvenes con su ilusión por mejorar, en las personas adultas que comparten lo poco que tienen y en las personas mayores que agradecen por cada bendición recibida durante su vida.

Así regresamos a Guadalajara una semana después, con muchas historias por contar sobre las pláticas o dinámicas que se hicieron con las comunidades, las invitaciones a comer en diferentes casas, las reflexiones y oraciones de cada día al terminar las actividades, la convivencia al dormir todos y todas juntas en un mismo cuarto, los juegos con las niñas y los niños, las celebraciones de cada uno de los Días Santos, la mojada en el Sábado de Gloria, la despedida con toda la comunidad, y mil historias más.

Pilar Hernández G.

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