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“APRENDIENDO DE LAICAS Y LAICOS”

El lunes 8 de junio la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Guatemala, CONFREGUA, dio inicio a un “Triduo Martirial” que consistió en conferencias y testimonios relacionados con las y los creyentes que han vivido este compromiso desde su fe. La razón de que se celebre en el mes de junio es porque el 30 de junio se celebra en la Iglesia a los protomártires y el asesinato del Padre Hermógenes, sacerdote guatemalteco asesinado por su denuncia y compromiso con las comunidades más pobres.

El primer día de triduo nos presentaron a los “mártires vivos”, aquellas personas que su tortura sigue presente en su alma. Eran dos catequistas, Marcelino Cano y Marcelino López, su esposa María Lorenza y su hijo Eliezer.

Ellos nos empezaron a contar sus historias de todo lo que vivieron en los años de la guerrilla que sufrió este país en los 70’s y 80’s y cuyas secuelas continúan el día de hoy. Nos impresionó su testimonio de fe, de lucha y de esperanza. En esos tiempos estaba prohibido hablar, todo el mundo se cuidaba, las personas habían huido a las montañas para esconderse del ejército. Vivían bombardeos, persecuciones y asesinatos todo el tiempo. Y en medio de esas condiciones, hubo mujeres y hombres comprometidos con mantener la fe y la esperanza de su comunidad.

Nuestra hermana Carmen Ayerbe, mejor conocida como la Güerita, nos comparte algunas impresiones al escucharles: “Cuando escuché sus testimonios tan fuertes fue como revivir todo lo que yo viví esos años que estuve en Colomba. Me di cuenta de la calidad de vida de las personas, vivían bajo galeras y bajo la lluvia. Venían a la costa para la tapisca del café y las condiciones de vida eran muy malas. Nosotras íbamos a visitar a las comunidades y por eso veíamos a todas esas personas en búsqueda de trabajo, la mayoría no hablaba español y no hablamos con ellas directamente pero sí les seguíamos la pista. Siempre estuvimos al tanto de su situación y estuvimos informadas. Lo que sí viví fue la presencia de las personas del ejército en Colomba y me tocó ver cómo los jóvenes tenían que huir para que no fueran atrapados. Al escuchar sus testimonios reviví esos años”.

Continúa expresando: “Desde luego me impresiona su fe y su compromiso. Las y los Catequistas de esa época sufrieron muchas persecuciones y me impresiona que hayan seguido adelante. Su fidelidad en todos esos momentos que vivieron es muy admirable”.

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Después de la charla tuvimos tiempo de platicar con María Lorenza, la esposa de Marcelino López. Ella reconocía que aún le costaba hablar de todo lo que habían vivido porque había sufrido mucho. Ella dice que a las mujeres les tocaba quedarse con las y los hijos y cuidarlos en medio de bombardeos y carencias de todo tipo. Se sentía sola y, cuando su esposo se iba a otras comunidades a llevarles la palabra de Dios, a veces no lo veía durante tres meses. Ese tiempo era de angustia. Podía estar muerto, podía nunca regresar, podían pasar miles de cosas… pero ahora están juntos.

También nos dijo: “Admiro a mi esposo, él se iba a lo más profundo de la montaña y sembraba calabazas. No era sólo para su familia, era para toda la comunidad. Nadie se podía quedar con hambre. Siempre sembró y compartió a todas las personas de la comunidad”.

Sus testimonios de vida son increíbles. Es increíble su fortaleza y su humildad. Reconocieron haber tenido miedo, reconocieron haber tenido toda clase de dificultades y miedos, no se aceptan valientes. Pero en medio de todo, decidieron continuar, reconocieron que había algo más profundo que sus deseos de renunciar. Reconocían a una voz interior muy profunda que les llamaba a no perder la fe, a continuar enseñando, acompañando al pueblo, aconsejándolo, abrazándolo, escuchándolo…

Por último rescatamos una frase de Marcelino López: “Para mí, no hay cristiana/cristiano sino conoce la humanidad”. ¿No nos recuerda la cita que hace la M. Margarita?: “Que nada de lo humano nos sea ajeno”. Ambas personas coinciden en creer en Dios y son reconocidas como creyentes y la experiencia ahí no termina, esa creencia y fe en Dios se vive en la vida, en nuestras actitudes diarias, en nuestro diario vivir, en nuestro trato con las y los demás, en qué tan humanas y humanos seamos. Hay una implicación real en nuestra vida.

Ha sido un aprendizaje de parte de estas laicas y laicos en su compromiso y calidad de fe siempre en congruencia con su vida, con sus luchas, con su pueblo. Gracias porque seguimos aprendiendo.


Carmen Ayerbe, MMB
Gloria Sofía Martínez, Postulante MMB

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