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Instituto de la Vera-Cruz, Guadalajara, Jal. México
“DESCUBRIR EL VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA” |
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“Quien sirve a las demás personas, descubre el verdadero Mi nombre es Gabriela Hernández López, maestra de inglés, secundaria. Les compartiré mi experiencia en GRUMMER- Grupo Misionero Mercedario. Creo firmemente que las personas que nos rodean, las situaciones que vivimos día a día, no se presentan en nuestras vidas nada más porque sí, por casualidad, siempre hay un propósito, siempre hay un fin de por medio, y ese es Dios, él está presente en cada momento. Mi experiencia en GRUMMER tampoco fue una casualidad. Debo confesar que siempre sentí el deseo de servir, en especial a la tercera edad, quizá porque carecí de abuelos, pero, jamás me atreví a hacerlo, debido al miedo, a esa incertidumbre del no saber qué hacer, del no saber cómo actuar ante una situación que me movía bastante. Fue hasta aquí en el colegio que pude hacerlo, no fue fácil, debo admitirlo, pero sí muy enriquecedor. Tuve la oportunidad de hacerlo dos veces, ambas me dejaron huella en mi vida. Desde que subí a la camioneta que nos llevaría al lugar, sentí ansiedad, miedo, porque aunque era lo que yo buscaba, también había sido algo que había evadido por mucho tiempo. Recuerdo perfectamente, que lo primero que vi al entrar al lugar, fue a una señora encorvada, con su frente completamente apoyada en la mesa, parecía dormida. Empecé a ayudar en la repartición de las manualidades, y la señora continuaba sin moverse. Yo, no sabía qué hacer, no sabía con quién sentarme, si buscar a una señora o señor con quien poder platicar, reír y compartir experiencias. Entonces, decidí acercarme a ella. Llegué y me senté a su lado, estaba tan dormida que ni siquiera se percató de mi presencia, de pronto, una señora risueña y muy lúcida frente a mí, me dice: “no habla, nada más se ríe y dice mamá”. Sentí unas ganas inmensas de llorar, no sabía qué decir ante ese comentario, solo sonreí; entonces, le toque la espalda unos cuantos segundos, ella al sentir mi presencia empezó a moverse y ahí es cuando la ayude a sentarse con su espalda erguida. Me volteó a ver con desconcierto, y lo único que le pude decir fue “hola” y de inmediato toqué sus cachetes. Ella sonrió, no solo con sus labios, sino con su mirada, la más dulce de todas. Le pregunté si quería que jugáramos lotería, y con un gesto moviendo su cabeza me dijo que sí. Hicimos manualidades juntas, le ayudé a tomar su chocolate, y en cada sorbo, volteaba a verme en agradecimiento y siempre sonriendo. Al despedirme sentí melancolía, porque cada una y cada uno de ellos, claro dentro de sus posibilidades, con un gesto, con una mirada, con una palabra, nos dijeron gracias. La segunda vez que fui a GRUMMER fue diferente, desde que llegué, saludé a casi todas las señoras que ansiosas nos esperaban, las toqué del hombro, como si las conociera. Ellas se mostraron felices de nuestra presencia, tuve la oportunidad de hablar con algunas, se dicen estar agradecidas, y acompañadas, sobre todo cuando van “sus niñas”. |
Una de ellas me comentó que tienen 4 años sin visitarla sus hijos, pero que no se siente sola, porque una desconocida que adoptó como nieta, la visita de vez en cuando. “En este lugar siempre hay gente buena, como las niñas, y ellas nos llenan de alegría la casa”, me dijo una señora. Pero también me encontré aquella señora que por libre decisión estaba allí, porque sentía el deseo de servir a otros. Muchas más simplemente se han resignado a su soledad, al abandono. Mi experiencia en GRUMMER fue conmovedora, enriquecedora en muchos aspectos, y sobre todo realista. Todo el mundo sabe que hay asilos, todo el mundo sabe que hay pobreza, todo el mundo sabe que hay necesidad. Pocas personas tienen el valor de ir más allá, de ponerse en sus zapatos, de quitarse los lentes y ver la realidad. Todas esas señoras, señores que ahora necesitan de cuidados, de alguien que les lleve al baño, que les de comer, que les escuche, que les abrace, algún día estuvieron en tu lugar, fueron adolescentes y jóvenes sonrientes como tú. Muchas de ellas y ellos fueron profesionistas, quizás de un puesto muy importante, muchas/os fueron maestras/os, padres que en su momento entregaron su vida, su juventud, su tiempo. Detrás de cada una y cada uno de ellos hay tantas historias que contar, tanta necesidad de un abrazo, de un oído que les escuche, de una palabra que les recuerde quienes fueron y siguen siendo importantes. No me alcanzan las palabras para expresar lo mucho que me llevo de esta maravillosa experiencia, de lo que sí estoy completamente segura, es que salí ganando, esta vez la alumna fui yo, ellas y ellos me enseñaron a mí que todas las personas podemos dar lo que somos, o lo que tenemos, porque al compartirte creces y descubres el verdadero sentido de la vida. Termino con esta frase-refrán que se me vino a la mente cuando estaba redactando esta experiencia: “Como te vez, me vi, como me vez, te verás”.
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