“EL CARISMA MERCEDARIO
TRASCIENDE”
“Dios… en el momento indicado”
Dios sabe poner en nuestro camino a las personas indicadas en el momento indicado.
Volver a caminar por las calles de El Viejo, reconocer rincones que alguna vez marcaron una etapa de mi vida y reencontrarme con amigas y amigos que nos reciben con los brazos abiertos como si nunca hubiéramos dejado de vernos, son encuentros tan grandes que no pueden describirse en palabras sencillas. Hace ocho años participé como egresada del Instituto de la Vera-Cruz, el Colegio de las MMB en Guadalajara, México en el voluntariado de Nicaragua, y aunque disfruté plenamente esos meses de encuentro con otras realidades y conmigo misma, viviendo experiencias que tendrían eco tiempo después en mi día a día, no imaginaba en ese entonces que aún muchos años después, seguiría haciendo camino y escribiendo una historia junto con todas las personas que fui conociendo.
La vida y la rutina que de pronto me envuelven en Guadalajara es tan absorbente que cuesta mucho hacer un alto para revisar en dónde estoy, qué hago, hacia dónde voy y en dónde queda esa parte de mí que descubrí en Nicaragua… porque así como comienza un día, en un ratito se termina, y viene otro que es igual, y después el que sigue, y así se va pasando el tiempo dejando de lado esos cuestionamientos; fui teniendo desde hace tiempo la necesidad de regresar a mi formación mercedaria, de volver a estar en aquel lugar que me hizo sentir tan auténticamente yo misma y de reconocerme en mis amigas y amigos nicas, pero por una u otra razón no podía cumplir el sueño de volver a Nicaragua. Hasta que, en el momento preciso, se unieron mis planes, los planes de mi gente en El Viejo y, sobre todo, los planes de Dios, para hacer realidad este viaje de diez días que me llenó de tanta energía y de tanta felicidad gracias a cada una de las personas con las que tuve oportunidad de compartir, comenzando por la comunidad de las Hermanas Mercedarias, quienes para mí siempre han sido uno de mis mayores ejemplos de trabajo, entrega y amor por la vida y a quienes admiro muchísimo.
Puedo decir que la experiencia de conocer a nuevas personas y nuevos lugares es muy enriquecedora, pero la experiencia del reencuentro con viejas amistades es aún mejor. Estoy convencida de que las amistades que nacen a partir de compartir el mismo Carisma Mercedario son amistades para trascender.
En estos días de regreso a Nicaragua descubrí que así como hay una huella que en nuestro tiempo dejamos por los lugares en donde trabajamos, así también hay una huella en mí que se refuerza al volver a ver a cada una de las personas que se han vuelto parte de mi historia, al darme cuenta de que han pasado los años y que todas y todos vamos creciendo, algunas personas tomamos caminos separados pero después existen pequeños momentos para volver a coincidir y enriquecernos unas a otras; así como hay personas que ya no están, también hay nuevos personajes en la historia que me hacen querer decir “esta no será la última, habrá una próxima vez, esto apenas comienza…”
Pilar Hernández
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“Oportunidad que deja huella”
Hace poco, comprendí que Dios pone frente a nosotros aquellas situaciones y oportunidades que por simples, buenas o malas que parezcan son las que llegan a transformarnos en lo que somos, lo difícil algunas veces es afrontarlas y optar por el camino, que aunque aparente ser el complicado, traerá para nosotras/os las experiencias más significativas en nuestras vidas.
Soy Victoria Ramírez, ex-alumna del Instituto de la Vera-Cruz y fui parte del voluntariado en el 2009 en El Viejo, Nicaragua, que para mí, más que 6 meses de misiones, fue el cierre perfecto de los 15 años anteriores de mano con los valores y la forma de vida desde el Carisma Mercedario.
Mis 6 meses en El Vejo se convirtieron en un curso intensivo en el que cada minuto y cada persona le daban una nueva lección a mi vida, y aunque parece poco tiempo, en ese medio año encontré grandes razones que me unirían a El Viejo toda mi vida.
Así, después de 4 años en los que siempre mantuve la ilusión de regresar añorando volver a ver a las personas “viejanas” que tanto marcaron mi vida, tuve la oportunidad de hacerlo con alguien que como yo había dejado una parte de ella en aquella ciudad.
La ansiedad y las expectativas llegando allá se convirtieron en alegría y agradecimiento con cada persona y cada detalle que me hacía creer que nunca me fui, y aunque me daba cuenta de que me perdí de algunas cosas viendo que “mis niñas y niños” ya no son tan niños, que las y los jóvenes y adolecentes que apenas formaban sus vidas ahora asumen grandes responsabilidades, que hay nuevas niñas y niños, nuevas familias, nuevos proyectos; sentía un gran orgullo de saber que alguna vez fui o seguía siendo parte de ellas y ellos.
Con esta grata experiencia, no tengo más que decir “gracias”. Gracias a esa ciudad tan llena de vida que nos sigue adoptando como suyas, gracias a esas grandes amigas y amigos que recuerdan cada anécdota que algún día vivieron conmigo, a las familias que nos trataron de nuevo como una hija más, a las MMB por hacernos parte de sus proyectos y a las que esta vez nos recibieron allá: Ruth, Pau, Ana y Abdontxu, que hacen un hermoso trabajo y sobre todo, gracias a Dios que me dió esa oportunidad que deja huella en toda mi vida.
Victoria Ramírez
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