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Casa de Formación, Guatemala

“SEMANA SANTA EN
EL BASURERO-Parte 1”

Esta Cuaresma, podemos decir que fue especial para nosotras como Comunidad de Cotió en Guatemala, ya que la realidad se nos fue imponiendo de diferentes maneras, lo que nos hizo plantearnos cómo queríamos vivir nuestro camino hacia la Pascua y cómo viviríamos la Semana Santa en concreto. Casi todos los años nos había tocado acompañar durante la Semana Santa a comunidades campesinas, con la consabida celebración del Triduo Pascual.

La vida nos dio la oportunidad de vivir un tiempo litúrgico diferente. Hubo dos acontecimientos que nos movieron a voltear la mirada hacia otros horizontes y escudriñar la realidad, para encontrar una llamada significativa. Uno, la Comunidad de Colomba nos informó que, por razones de logística interna, no nos podían recibir éste año para acompañar Comunidades. Dos, los periódicos a diario nos traen en primer plano, realidades dramáticas que de algún modo nos quedan lejos estando cerca. Se dio el caso el 8 de marzo, día de la mujer, del incendio en un albergue para menores víctimas de maltrato, que ha dejado como saldo 41 adolescentes muertas y otras con quemaduras de gravedad, que sacó a la luz un tema urgente que ha estado postergándose, como es la atención a la niñez en riesgo, con todas las tramas de corrupción que solo son un reflejo de la fragilidad institucional que se vive en el país. Este hecho ha conmocionado al país y a la Comunidad Internacional. A nosotras nos hizo hacernos varias veces la pregunta: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué he de hacer por Cristo?

Vimos que teníamos la oportunidad de poder acompañar y dejarnos tocar por alguna de las tantas realidades que viven las/os Cristos sufrientes en ésta Ciudad Capital que ronda los 3 millones de habitantes y que nos interpelan en nuestro diario transitar por sus calles.

Tuvimos la gran suerte de que una amiga nuestra, Sor Lidia Cruz, religiosa de las Hermanas de la Caridad, que acompaña una de las tantas Comunidades aledañas al basurero de la Zona 3 de la Ciudad Capital y colabora en la Iglesia de Santa María que depende de la Parroquia de San José Obrero de la Zona 7, y es atendida por los sacerdotes Misioneros de la Caridad, nos hizo la invitación a vivir la Semana Santa en ese espacio.

Nos organizamos y estuvimos allá de martes a domingo. Todo lo que se pueda decir, no refleja en gran parte lo que es la realidad, ni lo que cada una de las cuatro integrantes de la Comunidad pudimos experimentar, pero trataremos de exponer, de forma limitada, lo que vivimos esos días.

Vamos a ubicar de manera general el contexto y realidad de el basurero de la Zona 3. Este fue ubicado desde 1954 en una zona muy céntrica, a solo 3 km. del Centro Histórico, en uno de los muchos barrancos que existen en la ciudad, cuando la municipalidad rellenó el río La Barranca para construir lo que sería el relleno sanitario. Por razones administrativas y políticas, el proceso para construir el relleno sanitario se descuidó, por lo que ha ido creciendo descontroladamente en todos sus aspectos.

Empezaremos diciendo que el problema de la basura tiene en Guatemala dimensiones alarmantes, ya que, por un lado, de los 340 municipios, ninguno tiene un tratamiento aceptable de los desechos.

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Algunos afrontan problemas de contaminación grave, de forma que sus reservas de agua están contaminadas. Por otro lado, el país no educa a su población sobre el uso y tratamiento de la basura, por lo que la gente no sabe muchas veces que hacer con ella y termina tirándola en cualquier lado, generando focos de contaminación.

El aumento constante de las cantidades de desechos sólidos, se ha venido agravando en consecuencia del acelerado crecimiento de la población y la concentración en el área urbana, el desarrollo industrial, los cambios de hábitos de consumo, así como también, debido a otra serie de factores que conllevan a la contaminación del medio ambiente y al deterioro de los recursos naturales.

El avance industrial en Guatemala, ha provocado que cada día se fabriquen más productos sólidos no degradables, en su mayoría, fabricados con polímeros (plásticos) que provoca una mayor generación de este tipo de desechos sólidos y al visitar el lugar se observan por todos lados, una gran cantidad de bolsas y envoltorios plásticos.

Aproximadamente entran diario 800 camiones (la mayoría de empresas particulares) a depositar un promedio de tres mil toneladas de basura, de la cual el 44% es orgánica, el 18 % papel y el 13% plásticos. Esta basura corresponde a 9 municipios de los alrededores.

Las y los guajeros (personas que viven de la basura para su subsistencia) que tienen autorización “oficial” para ingresar en el basurero son entre ochocientas a mil personas, pero se calcula que otras dos mil ingresan por lugares prohibidos que no están autorizados. Aproximadamente 2,000 familias (unas 11,000 personas, en su mayoría niñas/os) dependen del Relleno Sanitario de la zona 3 para su subsistencia.

Las y los guajeros son un gremio desprotegido que está expuesto a toda clase de riesgos por contaminación, intoxicación y accidentes laborales, así como los empleados del lugar quienes carecen de un plan de seguridad laboral. Las y los guajeros han venido a formar parte de un sector económicamente fuerte de la Ciudad, por la compra-venta de materiales para reciclar o re-usar. Dentro de éste gremio hay distintos estatus y modos de organizarse, por lo que se considera que se genera un ambiente muy hostil donde hay que pelear para conseguir las latas, el cartón, el plástico, donde las/os menos hábiles pueden llegar a conseguir entre Q10 y Q20 al día (1 dólar igual a 7.50 Quetzales).

En la actualidad las y los guajeros son objeto de competencia desleal, ya que los camiones de basura recolectan todo lo que se puede reciclar (lo útil de la basura), lo negocian antes de llegar al Relleno Sanitario de la Zona 3, y lo venden antes de ingresar, en un lugar vecino.

Cuando ingresan al basurero, hay guajeras/os con su grupo, esperando para “comprar” el camión, es decir, ser las/os primeras/os en recolectar. En ese momento se suben algunas/os “cachas” al camión para sacar lo mejor, antes de llegar al lugar donde tirarán la basura, actividad sumamente peligrosa. Después de una segunda o tercera selección, entran personas que no están agrupadas a rebuscar en la basura por un espacio de tiempo muy corto, antes de que entre el tractor a empujar la basura para rellenar y aplanar el lugar… otro peligro constante, ya que, por la cantidad de ruido, muchas veces no escuchan y el tractor los atrapa, mutilándolas/os y/o aplastándolas/os.