“SEMANA SANTA EN
EL BASURERO-Parte 2”
Los riesgos de la actividad son mayúsculos ya que no se utilizan guantes ni trajes especiales, encontrándose agujas, vidrios, latas y un sin número de objetos contaminados y punzantes. Aunque hay organizaciones que ofrecen implementos para su protección, las y los guajeros prefieren no usarlos pues les quita agilidad a la hora de maniobrar.
Otra clase de riesgo constante son los incendios, y los derrumbes (sobre todo en tiempo de lluvias), dicho sea de paso, la mayoría de catástrofes que suceden en el lugar no son cubiertas como noticia por los medios de comunicación.
Hay otro gremio de guajeras/os que son las personas llamadas mineras/os (porque buscan alhajas y metales valiosos dentro del agua) que van a lo que sería “el quinto patio” y que nadan en el río donde se une el nacimiento del Rio la Barranca, los desechos de algunas fábricas y los lixiviados (líquidos, por lo general son los “sueros” que se escurren de algún cuerpo orgánico durante el proceso de descomposición de la basura).
Constantemente se producen gases, producto de la descomposición de los elementos que se juntan con ácido de batería, desechos tóxicos, etc., por lo que el riesgo sanitario no solo es para las personas que se encuentran en el lugar, sino para todas las zonas aledañas al basurero, además del terrible olor que lo impregna todo.
Dentro del basurero hay personas viviendo en chozas hechas de cartón y madera, con piso de tierra, sin agua, ni condiciones dignas de vida.
Frente al basurero, al cruzar la calle están varios asentamientos sobre un terreno que es relleno sanitario, que se han ido conformando por invasiones. El asentamiento en el que estuvimos tiene 7 años de antigüedad y lo conforman 350 familias, es un laberinto de callejones, donde una va caminando entre basura, niñas/os, perros, la mayoría son casas de lámina y madera.
Por el testimonio de varias personas que tienen años asentadas en ese lugar, nos enteramos que la mayoría de la gente come de lo que encuentran en el basurero… “Nosotras/os hemos subsistido comiendo lo que desecha la gente rica. Antes sacábamos carne, pollo, embutidos, latas abolladas y hasta verdura y fruta. Primero cocinamos y comemos nosotras y si a la media hora no nos hace daño, se la damos a nuestras/os hijas/os… ahora los súper mercados tiran las bolsas de carne y de pollo inyectados con desinfectante de pisos o con violeta de genciana, para que no la consuma nadie”… En ese momento, pasó un señor vendiendo bolsas de pollo a Q5.00. Si están inyectados, a la hora de freírlos saldrá espuma y tendrán que tirarlos.
Los hijos e hijas de guajeras/os, por lo general empiezan a muy temprana edad a ir a “guajear”, exponiéndose a abusos, mal trato, extorsiones y un sin número de peligros. Se nace, crece y muere en ese contexto. Una minoría logra estudiar y salir de ese contexto. La mayoría, va construyendo su casa, su patrimonio, su red de relaciones, su nueva familia, por lo que no se plantean salir de ese lugar. Además, nadie les manda, no hay patrón, y pueden tener ingresos diarios, sin tener que esperar a la quincena.
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Hay varias iglesias y más de 10 organizaciones trabajando en favor de esas personas, brindando escuelas, guarderías, talleres de manualidades, apoyo psicológico, clínica, etc., pero parece que la realidad supera todo tipo de ayuda.
Nos encontramos a muchas personas adultas, jóvenes y niñas/os, alcoholizadas o perdidas en la droga y la prostitución, una manera tal vez de mitigar el dolor de la explotación, la injusticia, el abuso, la pérdida de personas queridas aplastadas y desaparecidas por la basura, la degradación humana que la pobreza extrema y otros agravantes han generado.
Nos dimos cuenta que en ese mundo (como en todo mundo), hay sub-mundos… Una especie de holograma que refleja y condensa la condición humana en todos sus aspectos y matices. Encontramos gente maravillosa, admirable, solidaria, trabajadora con metas altas en sus vidas, comprometidas con el bien común… y gente con un enojo y una rabia permanente, que por nada saca a pasear su agresividad incontrolable… ying y yang… gracia y desgracia… y ahí, en medio de todo, tratamos de escudriñar la realidad y descubrir la Encarnación del Hijo de Dios, que por amor a ésta humanidad subió al madero, al árbol de la Vida y que sigue viviendo su viernes santo y su Pascua en el día a día. Muerte-Vida.
Ahí, en el caminar por esos callejones, con esos olores, entre tanta basura, ante el dolor impotente de muchas personas, nos descubrimos, nos re-conocimos a nosotras mismas, con nuestras miserias y vulnerabilidades, nuestros intentos fallidos de fidelidad y al mismo tiempo habitadas por el Amor desmesurado de Dios a nuestra humanidad… puro Misterio de Dios encarnado… hermanadas con todas ellas y ellos, una más en ese mosaico de realidades…
Visitamos familias en sus pequeñas casitas hechas de lámina. Jugamos con niñas/os en una actividad con piscinas. Celebramos la fe. Anduvimos el Viacrucis. Compartimos la mesa. Dormimos el sábado de Gloria en la casa de una familia que nos dejó una cama y una colchoneta… y volvimos el domingo a “Galilea”, con un movimiento interno fuerte, preguntas sin respuesta, con el olor todavía penetrado en el olfato, para recordarnos que la muerte y el mal no tienen la última palabra, que estamos invitadas a remover la piedra de nuestro corazón y el de tantas otras y otros, exhortándonos a dejarnos sorprender por un amanecer diferente cada día, a traspasar nuestras fronteras y resignificar diariamente nuestro sí a la Vida, confiando en que el dueño de la historia, no se olvida de su creación y de tantas personas sufriendo por la explotación, el abuso, la migración forzada, el tráfico humano, la guerra… Dios camina con nosotras/os, ¡Dios camina entre su Pueblo!
Comunidad MMB de Cotió
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