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Colomba, Guatemala

“TANTO CUANTO RECIBÍ LO QUIERO COMPARTIR”

Llega el momento de bajar de la cabeza al corazón todo lo vivido, todo lo aprendido y lo compartido… De convertir el recuerdo a un aprendizaje, de masticarlo para poder digerirlo y dejar que habite y sobre abunde en lo más profundo de mi ser.

COLOMBA; Palabra de 7 letras, 3 sílabas, un municipio en el departamento de Quetzaltenango en Guatemala, la “Tierra Sagrada”, la del mejor café del mundo. Tal vez para todo el resto, Colomba no es mucho más que eso… sin embargo para mí, “fue un despertar”, un abrir de ojos, pero aún más, de corazón. Con el paso del tiempo, aquí comprendí que… “Cuando amas todo lo que te rodea, todo lo que te rodea te hace sentir amada”, para mí, más que un pueblo o un país nuevo, fue conocer un mundo nuevo.

Es tanto, tanto el amor que una recibe, tanto, que en ocasiones se siente que ya no te cabe más, no sabes si llorar o reír. Es tanto y viene de tantas partes, combinado con tantas cosas, realidades, sentimientos y situaciones… ¡Tanto! que entra tan hondo, que sacude tan fuerte, que impacta tan duro, que te cambia por siempre, para siempre… Llega un momento en el que sabes que nada va a ser igual, nada es como era porque simplemente ya no eres quien eras.

Y va siendo tan raro… Pues es una transformación tan sutil y delicada, pero al mismo tiempo tan obvia y radical. Es así como, lo que antes te parecía lo más diminuto y sin importancia, se convierte en vital, en lo más grande y lo que aparentemente veías tan importante se va haciendo pequeño y superficial… Y así sin más, te vas vaciando, vas dejando lo que eras, pero nunca te habías sentido tan llena, tan completa y plena, reconfortada y ahí, te das cuenta que quien te habita es Jesús. No queda más que dar las gracias y comprometerte a nunca olvidar eso que sentiste, eso que viviste, ese rostro donde lo viste y es un deseo y necesidad compartirlo, pues… “Lo que gratis has recibido, gratis lo debes dar”.

En la experiencia confirmé que como decía la M. Margarita… “Ser misinoera/o es descubrir al mundo que hay un Dios que nos ama”, es descubrir que Él ha hecho cosas enormes en nosotras/os y por nosotras/os.

Después de esa experiencia de 4 meses y 20 días, pude aprender un sinfín de cosas, reí, lloré, amé la vida, me amé a mí y conocí realmente a Jesús, comprendí por qué realmente las personas más empobrecidas son sus favoritas.

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Puedo decir con el corazón en la mano que fue la etapa más feliz y reveladora de toda mi vida. Comprendí también que lo único que realmente limita a las personas, no es su falta de capacidad, ni de deseo, ni mucho menos falta de ganas de superarse, sino que es su situación la que les vulnera y por consecuencia les limita. Estando allá me topé con gente hermosa, niñas, niños, jóvenes y personas adultas que me enseñaron cosas que yo no sabía que podía aprender, con una sencillez, una delicadeza y una autenticidad imposible de explicar pero que me transformó la mirada, me sentí parte de algo inmenso, parte del sueño de miles de hombres y de mujeres, empezando por la M. Margarita y todas las hermanas MMB que han dedicado su vida al servicio de las y los demás y, ser esa semilla de libertad, ser… “Libres para Liberar”.

Me enfrenté con muchos retos, experiencias y personas que poco a poco me fueron haciendo una mejor Magui y me fueron ensanchando el corazón, me fueron quitando miedos y derrumbando barreras.

Y aunque aprendí muchas cosas, todavía no comprendo “por qué”, por qué es que el mundo es tan contrastante, por qué tan injusto, ¿por qué yo sí y otros y otras no?… La respuesta no la conozco, ni creo que exista. Sin embargo, he decidido descubrir un montón de “para qué” que valen la pena, ¿para qué viví todo esto? Y así seguir siendo parte de ese sueño.

Gracias Colomba por tanto, gracias a la vida por sonreírme tan bonito porque esos 142 días que viví allá, son solo el comienzo, donde el verdadero reto será aquí. El despertar cada día dispuesta a dar una y otra vez ese “Sí”, pues mi tiempo de Voluntariado terminó el 28 de diciembre cuando yo salí de Guatemala, pero mi verdadera misión empezó ese mismo 28 cuando llegué a Guadalajara, a mi vieja y renovada realidad, donde todo probablemente siga siendo igual, todo menos yo y mi manera de verla… Hoy podría seguir escribiendo y hablando de lo que Colomba y todo ahí significó para mí, pero hoy también puedo decir que no cambié para hablar, cambié para hacer y dejarme sentir una y otra vez esa profunda experiencia de Dios en mi vida y aunque una parte de mí se quedó allá, traje conmigo mucho para compartir.

Definitivamente puedo decir que lo único realmente duro, fue el irme, pero sé que no es un adiós si no un hasta pronto…

Infinitas gracias Colomba, gracias a su gente tan hermosa, gracias por transmitirme su fe y esperanza, gracias hermanas MMB, gracias papá y mamá, gracias Ani y gracias a todas las personas que hicieron esto posible… Especialmente gracias a Dios por tantos regalos.

Margarita Ortiz Covarrubias
Exalumna