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Casa de Formación, Guatemala

“UNA AUTOBIOGRAFÍA SUGERENTE Y CARIÑOSA”

Ahí estaba el salón Javier de la Universidad Rafael Landívar, recibiendo amigas y amigos de las diferentes generaciones, pero evocando sobre todo unos orígenes convulsos, desafiantes, complejos, paradigmáticos.

Se trata de ir jalando el hilo del posconcilio Vaticano II que se siembra en América Latina y más en concreto en Centroamérica a partir de la Asamblea de Medellín de 1968, provocando varias décadas de sueños, de “utopías necesarias pero imposibles”.

El libro se llama “Luchar por la Justicia al viento del Espíritu, autobiografía y esbozo de historia de mi generación”, de Juan Hernández Pico, SJ, entrañable y necesario amigo. Obviamente yo pertenezco a esa generación y nosotras como Mercedarias, hemos acompañado todos los tramos de lo acontecido en esos tiempos por Guatemala, Nicaragua, El Salvador, México…

De entre los muchos aspectos destacados durante la presentación, así como en su sabrosa lectura posterior, solo quiero mencionar tres o cuatro que me llegaron muy hondo.

Por un lado Ricardo Falla, SJ, con todo su peso de antropólogo, de hermano y amigo, de profeta comprometido insustituible, dice cómo todo el libro es “un canto a la amistad”, sin evadir la conflictividad, las difíciles fidelidades, las luces y las sombras. En lo personal, me llama la atención cómo juega con el lenguaje ponderando las maravillas de sus compañeros de camino, sin negar sus debilidades, dándole un valor de realismo y un toque elegantemente evangélico.

Tampoco deja de mencionar los “olvidos” ya tan propios de la edad y como parte irrenunciable de nuestra condición. Así como algunas oposiciones de compañeros a la publicación del libro, señalando que esto es parte de la apertura y respeto por lo diferente, por la diversidad.

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Tanto quienes introdujeron la presentación como el mismo “Piquito” resaltan de muy diversas maneras hasta “la fe de erratas” necesaria para abrazar la complejidad de nuestra condición humana. De esa manera resulta dramáticamente humilde la mención que Juan hace de sus “noches oscuras”, tanto en la fe como en su propia biología emocional, cuando alude a sus largas depresiones, las de su mamá, así como la trágica muerte-suicidio de uno de sus formandos al que él estaba acompañando inmediatamente antes del suceso. Toda la familia de éste joven estaba presente durante el lanzamiento del libro.

De entre las pocas fotografías que trae el libro, una de ellas al inicio, corresponde a cuatro compañeros de su generación (Piquito, César Jerez, Iñaki Zubizarreta y Jesús Navascués). Están todos ellos en la paradigmática zona 5 de Guatemala, donde nace el CIAS de la Compañía de Jesús en Latinoamérica, donde en variadas ocasiones llegaron los militares a saquear sus archivos y a pretender eliminar a la comunidad. Pues bien, en la foto está también el Padre Arrupe, General de la Orden, visitándoles en 1976. Y entonces, hacen mención de que además de su acompañamiento cariñoso, solidario, iluminador, les llama la atención porque “no sabían armonizar adecuadamente la lucha por la justicia con la celebración de la fe”. Yo diría, porque todavía no aprendían, pero ese fue el camino.

Esto último es parte de lo que muchas de nosotras vivimos al acompañar el caminar de nuestros pueblos empobrecidos. Por eso hoy podemos decir celebrativamente que compartimos muchos aciertos y desaciertos que hoy son hondo aprendizaje “al viento del Espíritu”. Y que éste dinamismo en el Seguimiento de Jesús es imparable.

Beatriz Eugenia Becerra Vega, MMB

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